Quien escribe esta nota no sabe de superhéroes ni precisamente de Spider-Man. Tampoco está familiarizado (¿Por qué debería?) con la disputa corporativa entre DC y Marvel. Pero de vez en cuando, cuando aparece la oportunidad, ve alguno de esos films. Algunos le parecen bien, otros mal. Porque en definitiva, con o sin Comic-Con, se trata de películas que cuentan algo, que empiezan y terminan.
En los últimos años aparecieron muchos intentos de transposición de historieta al cine. Recuerdo ahora a Edgar Wright y su Scott Pilgrim vs. The World, o a Robert Rodriguez con Sin City. Siempre estaba esa idea por encima de lo demás, como si fuera lo que gobierna las películas, una especie de carcasa estética de recursos específicos (recuadros, texto, onomatopeyas escritas, etc.) que parece decirnos constantemente: “Esto, en forma de cine, se vería así”. Estas películas permitían que su “gracia” fuera la transposición misma, casi impidiendo la entrada a su propio posible contenido o relato. Con esto, fuimos varios los que nos enojamos, mirando ya con desconfianza cualquier intento de emulación de recursos de la historieta. Porque además había otras películas que podían hacerlo sin regodearse en eso. Hace no mucho, Logan de James Mangold ponía en primer lugar la potencia de su relato trágico y terminaba siendo más un western crepuscular que una simple transposición de X-Men.
Viendo algunas imágenes de la nueva Spider-Man se notaba la intención de lograr el efecto de la tinta impresa, de asociar el estilo de dibujo, e incluso la aparición de texto sobre la imagen. La película tiene entonces todo para perder. Quienes detesten el humor cínico y “de vuelta” de algunas películas actuales, que parecen no tomarse nada en serio, también tienen motivos para sentir rechazo. Pero Spider-Man: Un nuevo universo parece meterse dentro de todo eso y salir complemente triunfante.
Su universo es extraordinario. Y es una película donde, además, aparecen varios universos colisionando. Y los universos, diferentes entre sí, requieren de creatividad para unificarse. La libertad estética que surge de la técnica empleada también la requiere. Sin creatividad, son solo colores y carteles. Y ahí es donde la película deja a un costado su mera transposición, que está omnipresente (como una verdadera montaña rusa) pero siempre al servicio de la narración. Por eso, Spider-Man necesita usar el espacio-tiempo de forma creativa, doblarlo, jugar con sus posibilidades. La estética se lo permite y la narración se lo demanda.
En definitiva, es la historia de Miles Morales y sus expectativas de vida. El vínculo con su padre, su tío y el Spider-Man original. De la solidez de esto depende todo lo demás, nuestra mirada sobre Peter B. Parker y hasta incluso sobre el personaje de Kingpin y su familia. Aunque tengamos varios momentos de un cierto cinismo (como la presentación de cada superhéroe), la película no desdeña el heroísmo. Contrariamente, hace algo que parece imposible en una película de “Super” héroes, y nos devuelve al héroe que está dentro del hombre común. Nos entrega un Spider-Man proveniente de un universo en el que este está divorciado y parece tener la resacada de John McClane. Él será también un modelo a seguir. Sus miserias nos provocan risa, pero su desarrollo como personaje pone en cuestión las expectativas de Miles.
El héroe de aventuras clásico no es sólo un sujeto, sino primordialmente un espíritu heroico capaz de presentarse en cualquier persona. Este espíritu entra en contradicción con los deseos y la vida del sujeto. También lo hace con sus conflictos personales. Spider-Man: De regreso a casa (Spider-man: Homecoming), del año pasado, fue muy buena, pero descuidó un factor fundamental y es que el héroe, en esa balanza, siempre pierde algo, y que hace que la responsabilidad heroica le quite algo a la comodidad de su vida mundana. Esta nueva entrega termina también con un Spider-Man en armonía con su vida de adolescente pero el conflicto con su padre continúa al tener que conservar el secreto. Nada aparece para lograr una reconciliación completa, y el conflicto parece que será constante. Porque aquí hay otro factor sumamente importante para pensar al héroe de aventuras: este no domina a través de su fuerza inherente, sino a través de la posibilidad espiritual de hacerse fuerte cuando es necesario, aunque los conflictos continúen y el mundo nunca sea el que deseamos que sea. En el contexto actual, donde los films de superhéroes parecen ser compendios de batallas llenas de parafernalia destructiva y visualmente inentendibles, o bien compilados de chistes para sabihondos, esta película se toma el tiempo de mirar hacia atrás y reconstruir eso que nos permite fundar al heroísmo. Aventuras para gente que puede ser fuerte.