Los mejores héroes, el mejor film.
Empecemos: en tiempos donde las películas de superhéroes son cada vez más y colman las salas de cine de todo el mundo, pareciera que la presencia de personas con habilidades especiales es fundamental para el bienestar de un importante sector de la audiencia cinematográfica.
Empecemos otra vez: en un mundo donde no hay un superhéroe sino muchos, lo lógico es que no exista un solo Spider-Man. El popular personaje de Marvel cómics es llevado una vez más a la pantalla grande pero en esta ocasión se presenta e impacta como antes jamás lo había hecho.
Empecemos una vez más: el film tiene como protagonista a Miles Morales (Shameik Moore), un adolescente afro-latino que al igual que el Spider-Man original es picado por una araña radioactiva, la cual le brinda las habilidades para convertirse en el gran defensor trepamuros y en el emblema de una obra maestra de la animación.
El film se presenta y desarrolla de una forma acelerada en donde las referencias culturales al arácnido, desde guiños a las historietas, las distintas adaptaciones cinematográficas, series animadas y el merchandising, son una constante de diversión. Se desenvuelve como una fiesta que no para de homenajear y reírse del mundo, o los mundos, del personaje creado por Stan Lee y Steve Ditko, y lo hace sin perder de vista el contar una historia de origen que, dentro de la vorágine referencial y visual, logra crecer en sintonía con la humanidad de su protagonista. Esto se logra haciendo que la trama y el crecimiento de Miles sea lo central, funcionando como una idea cerrada en una clase de film que fácilmente podría haber perdido su eje debido a la cantidad de humor e información que brinda minuto a minuto.
La historia de origen de Spider-Man es conocida por todos, por lo que, asumiendo esto, el film se permite tomar el arquetipo del personaje y sus distintas variantes en pos de una historia donde la teoría de realidades paralelas —o los distintos arcos de historietas— es la excusa para que las distintas versiones confluyan en el mismo universo y se complementen entre sí. En esta realidad, Peter Parker (Chris Pine) muere en manos del gran villano Kingpin (Liev Schreiber) dejando tras de sí un mundo donde los distintos Spider-People deben lograr volver a su realidad a la vez que Miles debe hacerse cargo de restablecer el orden y lidiar con aprender lo que verdaderamente significa ser un héroe.
El encuentro de los personajes, principalmente la relación que se establece entre Miles y Peter B. Parker (Jake Johnson), un avejentado y excedido de peso Spider-Man que cómicamente lo instruye a la vez que dramáticamente funciona como una segunda figura paternal donde ambas partes logran ayudarse con sus conflictos internos. Lo mismo sucede con Gwen Stacy (Hailee Steinfeld), una versión del viejo amor de Parker que aquí también fue picada por una araña y que, en oposición a su versión original, perdió entre sus brazos a su amigo. La amistad que surge entonces entre Gwen y Miles permite otro tipo de complementación que hace que cada versión distinta del personaje tenga quien lo comprenda y acompañe en su camino heroico.
A las versiones mencionadas también se les suman otras como Spider-Man Noir, un personaje oscuro y melancólico interpretado por Nicolas Cage que responde a los códigos del policial negro, la niña japonesa Peni Parker (Kimiko Glenn) con los elementos del animé y Spider-Ham (John Mulaney), un cerdo que habla y al que las leyes de la física no lo afectan ya que pertenece al mundo de las caricaturas. Todos ellos, desde el elemento humorístico, pasando por la variedad de géneros en pantalla hasta el valor dramático, funcionan para la construcción de ese caótico mundo y para darle forma a una perfecta historia. Además, el “vale todo” —al tratarse de un film animado— hace que la historia disfrute del absurdo y la fantasía, rompiendo todos los límites posibles con la realidad y el verosímil, la ruptura de la cuarta pared y la autorreferencia.
Esa carta blanca de poder hacer lo que se quiera está estructurada de manera tal en relación al buen guion, que hace que el film tampoco se convierta en un desorden de elementos y tramas. Y lo mismo ocurre con el delirio cuasi lisérgico del diseño de imagen y estructura visual narrativa. La estética del film incorpora escenas con viñetas, globos de diálogo, líneas de movimiento y onomatopeyas de historietas que hacen que cada cuadro o página de la historia denote la identidad comiquera del film, una forma de establecer que lo que se está narrando está basado en un mundo de ficción que aquí se vuelve realidad con la exageración y el estilo que le es propio y que se siente en las texturas de cada secuencia.
El personaje de Marvel fue el primer superhéroe adolescente con el cual los jóvenes de su misma edad podían encontrarse con alguien increíble que sufría las mismas dudas y problemas que ellos en una edad donde el sentimiento de soledad y la incomprensión por parte del resto es una constante. Siendo fiel y entendiendo esa idea, los directores de Spider-Man: Un nuevo universo toman este colapso de realidades con el fin de acercar al personaje y a su público a aquellos que pasan por lo mismo. Unidas, todas las distintas versiones del vecino amistoso de Nueva York crean un hermoso vínculo de comprensión que le hacen entender a Miles que no está solo. En un film donde lo verosímil se resquebraja con facilidad, la búsqueda y conclusión del mismo se transforma en lo más bello y real que posee. La idea de un multiverso con cantidad de Spider-People, de que no hay un único Spider-Man, cambia el concepto de que todo adolescente solo se pueda identificar con Peter Parker. Aquí todos pueden ser el héroe de la historia.