"Spider-Man: a través del Spider-Verso": un regreso al cómic.
Hay guiños y referencias que el espectador no especializado pasará por alto y el fan celebrará con deleite, pero la película nunca se siente como un proyecto diseñado exclusivamente para su base de seguidores.
Cuatro años atrás, el estreno del largometraje animado Spiderman: un nuevo universo demostraba que en el usualmente homogéneo reino de las franquicias superheroicas se podían transitar caminos más estimulantes, tanto en términos narrativos como formales. La idea de una red de universos paralelos –cada uno de ellos con su propio y particular Hombre Araña protegiendo al inocente– interactuando con resultados imprevistos y peligrosos, ya formaba parte de las publicaciones originales en papel y tinta, pero el film escrito y producido por Phil Lord y Christopher Miller (la dupla detrás de esa maravilla llamada La gran aventura Lego) ponía en pantalla y en movimiento el mismo concepto con resultados notables. El Globo de Oro y el Oscar al Mejor Largometraje de Animación premiaron el carácter creativo e innovador de esa película, que inevitablemente fue el punto de partida de una nueva saga, cuya primera secuela acaba de lanzarse masivamente en los cines de todo el mundo.
Con tres nuevos directores más Lord y Miller en la silla del guionista, Spider-Man: A través del Spider-Verso mantiene todos y cada uno de los elementos que hicieron del proyecto seminal un éxito en términos artísticos. En principio, lo que entra por los ojos: un diseño visual deudor en gran medida del mundo del cómic, alejado del hiperrealismo digital imperante en la animación mainstream, con diversos estilos gráficos dependiendo del universo descripto. Por caso, la Nueva York que habita Miles Morales, el adolescente arácnido que también protagonizaba Un nuevo universo, se presenta con volúmenes tridimensionales y un gran cuidado en los detalles, aunque los creadores optaron por agregarles a los dibujos una capa extra que simula el “defecto” de impresión de los distintos tonos de tinta sobre el papel. En otras ocasiones, el blanco y negro domina la pantalla, y uno de los hombres-araña de pura cepa británica, conocido familiarmente como Spider-Punk, se presenta como un collage de recortes de periódicos y revistas. Hay un villano salido de un mundo creado a imagen y semejanza de los bocetos de Leonardo da Vinci y ahí está, claro, el Hombre Araña Lego, paso cómico en una película que, más allá de la gravedad del conflicto central, nunca abandona el sentido del humor.
La historia es compleja y los 140 minutos de proyección son apenas la primera parte de una historia que se completará el año próximo (A través del Spider-Verso baja la cortina con un clásico clliff-hanger). A grandes rasgos, hay un villano cada vez más poderoso, La Mancha, enemistado con el Spidey protagonista, y el riesgo creciente de que una anomalía en el tejido espaciotemporal termine destruyendo uno o varios universos. En paralelo, la necesidad del joven Morales, hijo de padre afroamericano y madre portorriqueña, de esconder su identidad secreta bajo el disfraz de la torpeza y la ansiedad adolescentes. Que el clímax comience en una sorprendente Sociedad Arácnida llena de… bueno, de hombres y mujeres y animales y otras yerbas arácnidas, habilita las escenas con mayor grado de disparate visual, incluido un homenaje al célebre meme de los Spider-Man señalándose mutuamente. “Es una metáfora del capitalismo”, dirá alguien ante una situación que no se “espoileará” en estas líneas, ejemplo del humor para adultos que la película, pensada para un público de todas las edades pero nunca pueril, ofrece en varias ocasiones.
Hay guiños y referencias que el espectador no especializado pasará por alto y el fan celebrará con deleite, pero A través del Spider-Verso nunca se siente como un proyecto diseñado exclusivamente para su base de seguidores. Una cosa es cierta: a diferencia de Spiderman: un nuevo universo, aquí la acumulación de información de todo tipo (visual, narrativa, meta-narrativa) resiente un poco el ritmo y la emoción, generando la sensación de que el miedo al vacío es ocultado con una receta de guionista un tanto bulímica. A pesar de ello, el paseo nunca deja de resultar atractivo, y es más que destacable el empeño puesto en crear una obra-producto que no se parece a casi nada de lo que el cine animado de gran presupuesto suele ofrecer en estos tiempos.