Mex Faliero (Funcinema):
UN GALOPE TRANQUILO
El galope de Spirit viene de larga data dentro del estudio Dreamworks: allá por 2002 se estrenó la primera versión, en tiempos donde la animación en 2D era un recurso en crisis, y muy posteriormente el personaje llegó a Netflix donde se convirtió en una franquicia más que rentable, con una serie que sigue las aventuras del corcel indomable. Seguramente el éxito en la plataforma motorizó la realización de Spirit: El indomable, nueva producción de largometraje, siguiendo ahora la veta digital, que busca reinstalar al personaje en la pantalla grande a partir del vínculo generado en la pantalla chica. Una retroalimentación que hoy aparece como indispensable para entender la existencia de algunos subproductos cinematográficos. Porque a pesar de su aceptable liviandad, Spirit: El indomable no deja de ser eso mismo, una noble segunda línea.
La película es dirigida por dos nombres con cierta historia dentro de Dreamworks, Elaine Bogan y Ennio Torresan. En el caso de Torresan, dirigió en Brasil el muy interesante y personal film animado Até que a Sbórnia nos separe. Pero lejos de ese costado más autoral, Spirit: El indomable es un film mucho más convencional, una película muy llana en sus didactismos e implicancias dramáticas que en todo caso gana por la textura clásica que ofrece un género que anda dando vueltas por ahí: el western. La película, ambientada en lo que parece ser la Norteamérica del Siglo XIX, tiene como protagonista a Lucky Prescott, una pequeña que se muda de la gran ciudad a un pueblo fronterizo para reencontrarse con su padre, al que no ve desde que era muy chica. La madre de Lucky era una amazona que hacía acrobacias sobre su caballo, y que terminó encontrando la muerte en un accidente. Ese dato trágico penderá como una mochila para los personajes y sus peripecias posteriores.
Spirit: El indomable tiene una característica que puede ser vista como una virtud pero, también, como una falencia: los conflictos son sumamente débiles. Y si bien eso le hace perder algo de sustento dramático, se agradece cuando uno descubre la falta de profundidad de los pocos dilemas que se expresan. La película gana, básicamente, cuando Lucky conoce a Spirit y todo se vuelve un relato de aventuras con villanos de lo más esquemáticos y mucha acción. La falta de ambición, que se expresa también en una animación bastante estándar, queda relegada a esas secuencias a bordo de trenes, al galope, por caminos polvorientos, con bandoleros malos-malos y heroínas conectadas con la naturaleza y su entorno salvaje. Con sus limitaciones estamos ante un relato que no intenta ofrecer mucho más de lo que puede, básicamente la conciencia de corto aliento que tienen la mayoría de las producciones que llegan a las plataformas. Ese es mayormente el cine del presente: ni tan malo ni tan bueno. Perecedero.
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