Con películas como Gummo y Trash Humpers , Harmony Korine se convirtió en uno de los directores más extremos y revulsivos del cine independiente norteamericano. Por eso, sorprendió cuando hace unos meses anunció que contaría con tres íconos adolescentes surgidos de la televisión como Selena Gomez, Vanessa Hudgens y Ashley Benson para un film sobre el spring break , esa semana de vacaciones primaverales en la que muchos jóvenes estadounidenses suelen viajar a Florida para experimentar allí todo tipo de excesos.
Más allá del morbo que cierto sector del público pueda sentir ante la posibilidad de ver a las "chicas Disney", divas pop que tanto idolatran niñas y preadolescentes en todo el mundo, sometidas a situaciones bastante límite -la película es un festival de cuerpos (semi)desnudos, referencias sexuales, drogas, alcohol y mafiosos armados hasta los dientes-, lo cierto es que Korine va más allá de la explotación y de una estilización que coquetea con el porno soft y con el lenguaje del videoclip que MTV impuso en los años 80.
Sin ánimos de juzgar ni de proponer un análisis sociológico (pero tampoco desde un distanciamiento irónico), Korine se aproxima con una mirada curiosa y casi documentalista durante la primera mitad del film al universo juvenil, describiendo esos códigos compartidos hasta para encarar el descontrol. En ese inicio, las protagonistas llegarán hasta a cometer un robo para conseguir los fondos necesarios para concretar su ansiado viaje a Miami.
Una vez allí, en medio de esa marea de chicos musculosos, muchachas en bikini, paseos en moto y desafíos a la policía, las cuatro chicas (la cuarta es Rachel Korine, esposa del propio director) se toparán con Alien (un sobreactuado, delirante e hilarante James Franco), cantante de rap, gánster y dealer multimillonario -un émulo paródico del Tony Montana que Al Pacino interpretó en Scarface - que se verá seducido por la (aparente) inocencia de ellas tanto como ellas por su estilo de vida desaforado y lleno de riesgos. Lo que sigue es, por lo tanto, un descenso a los infiernos que -más allá de las situaciones sangrientas y perversas- nunca pierde el sentido del humor y hasta cierto espíritu lúdico que sobrevuela todo el film. Los protagonistas vivirán su fantasía, cantarán juntos y con Alien al piano el tema "Everytime", de Britney Spears, y conocerán de golpe el lado oscuro de la vida.
Es muy probable que no pocos espectadores sientan que Korine es un artista irresponsable al reivindicar y hasta convertir en héroes (y heroínas) a estos adolescentes bellos, amorales, incendiarios, desbocados y peligrosos. Pero -más allá de las valoraciones- en esta oda adolescente hay dosis de irreverencia y de libertad que son infrecuentes en el cine norteamericano de hoy. Si a ello se le suman imágenes llenas de seducción y un excelente uso de las canciones y de la música incidental, Spring Breakers tiene todo para conseguir una legión de fieles seguidores y, por qué no, para convertirse con el tiempo en película de culto.