¿Generación perdida?
A veces asusta la facilidad con las que algunas películas dejan al descubierto su cara más absurda desde el minuto cero y después tratan de seguir contando una historia como si el espectador fuera estúpido.
El nuevo trabajo de Harmony Korine propone desde el arranque lo siguiente: Un grupo de adolescentes universitarias, de las cuales no sabemos absolutamente nada, decide que la única forma de cambiar su vida (las cuales consideran desastrosas y aburridas, pero nunca sabremos por qué) es irse de vacaciones a Florida.
Como su vida es demasiado complicada para trabajar y conseguir plata para financiar el viaje (las pobres chicas ricas viven de fiesta y gastan su plata en cocaína y otras drogas) deciden robar un restaurant. Una vez que logran su objetivo, viajan todas juntas a la ciudad primaveral que más adolescentes idiotas junta en una estación del año para cumplir su sueño.
¿Cuál es esa meta con la que soñaron toda su vida? Consumir cocaína, fumar marihuana, alcoholizarse todo el día y bailar al lado de la playa.
Lo de “Spring Breakers” es completamente llamativo: Un guión estúpido, muchos personajes desarrollados de forma paupérrima, pésimas actuaciones y una dirección lenta y completamente aburrida que terminan por ofrecer un producto que solo puede destacarse en tres puntos: Edición, fotografía y música.
Douglas Crise (nominado a un Óscar por mejor edición gracias a su trabajo en “Babel”), Benoit Debie (habitual colaborador de Gaspar Noé) y Cliff Martinez (“Traffic” y “Drive”) junto a Skrillex son los únicos artífices de que esta película no sea un bodrio absoluto para el espectador.
El resto es penosamente lamentable.
Si juntamos todas las líneas de dialogo que tienen los personajes de Selena Gomez, Vanessa Hudgens, Ashley Benson y Rachel Korine difícilmente lleguemos a las dos páginas, incluso contando la repetición de frases imbéciles que apuntan a ser “reflexivas” y que se deslizan por momentos, como “quisiera congelar el tiempo y vivir así siempre” cuando lo único que hacen en toda la película es consumir drogas y bailar en bikinis.
Repito eso porque realmente es así: “Spring Breakers” son 94 minutos de chicas en bikini consumiendo drogas y sosteniendo armas sin que todo esto logre transmitir un mensaje de fondo realmente serio.
La aparición del personaje interpretado por James Franco promete en un momento del film levantar un poco más alto los niveles de calidad del mismo, pero su excesiva verborragia (también, sin sentido) y algunas escenas completamente ridículas terminan por convertirlo en un dolor de cabeza cada vez que abre la boca y aparece en la pantalla.
Las chicas de “Spring Breakers” se pasean toda la película hablando de la necesidad de cumplir el sueño norteamericano, el cual incluye drogas, sexo y dinero fácil, pero en ningún momento vemos reflejada la razón de dicha búsqueda.
¿Una justificación avalaría toda la película? No lo creo, porque además de una dirección pobre y actuaciones lamentables, la historia de 4 adolescentes universitarias dispuestas a robar para conseguir drogas carece de profundidad desde el momento en el que se nombran como influencias (o generadores de tal cambio) “Scarface” de Brian De Palma, los videojuegos modernos y músicos (de dudosa calidad) como Britney Spears.
Si estas influencias son generadoras de semejante cambio en estos personajes (los cuales supuestamente reflejan al adolescente moderno), “Spring Breakers” en la vida real vendría a ocupar ese mismo lugar pero de la peor forma: Siendo una desmedida y evidente alegoría a las drogas y a la violencia como modo de hacer entretenida la vida, razones de las cuales solo se pueden agarrar verdaderos infradotados.
En definitiva, “Spring Breakers: Viviendo al límite” no es solo una de las peores películas del año, sino también un tiro por la culata que deja a Harmony Korine fuera de toda discusión racional sobre temas sociales relevantes.