Hace un año, cuando nos enteramos que iba a salir una película con chicas Disney en un viaje de alcohol y drogas, admitámoslo, los hombres crecidos en los ’00 nos entusiasmamos. Y cuando se anunció que la dirigiría Harmony Korine, los más cinéfilos nos ilusionamos. El guionista de Kids y director de Gummo (entro otras), no pretende pasar desapercibido nunca. Entonces ya sea por el morbo de ver a la novia de Justin Bieber aspirando cocaína, o por la curiosidad intelectual que suscita el director, esta película se presenta interesante para, al menos, dos grupos, o “targets” bien diferenciados.
El film empieza con una larga escena de una monumental fiesta en la playa con muchas chicas mostrándose, con toda la parafernalia que eso implica. Y luego, pasamos a las chicas protagonistas planeando sus vacaciones de verano, su “spring break”. Hasta ahora, nada raro: se presenta un ambiente y luego quienes personificarán nuestro punto de vista. Incluso estas escenas podrían pertenecer a Proyecto X o alguna similar. Sin embargo, esas imágenes no nos dejan con esa sensación. La cámara se queda más tiempo del que debería en algunos momentos, desde la puesta en escena hay algo que la separa de las películas antes citadas. Se toman elementos, procedimientos ya inscriptos en la cultura popular y los subvierte. No es otra peli de tipo sexplotation a la que se le agregan armas. Ese ritmo frenético de cámara en mano, que parte de una estética de videoclip, no le deja descanso visual al espectador.
El gran truco de la peli, lo que la hace buena, básicamente, es lo que la teoría psicoanalítica llama “perversión”. Es decir, ciertos momentos, diálogos, fragmentos sonoros o visuales de escenas, se repiten en varios momentos del film y, de acuerdo a su contexto narrativo, tienen diferentes significados. Es así como lo conocido se vuelve desconocido, y eso nos asusta, como mínimo genera incomodidad. La fiesta del principio, repetida luego, se pervierte y no transmite las mismas sensaciones.
Esto se logra con una disolución del concepto clásico de escena. No hay unidades tiempo-espacio estables, sino fragmentos de audio e imagen con desfasajes que refuerzan el aspecto dramático de la historia. No se puede analizar cada escena como algo autónomo porque siempre hay alguna referencia al futuro y al pasado de la historia.
Spring Breakers
Un tema central son las chicas Disney, las protagonistas. Es tanta la insistencia con sus cuerpos, con sus bocas, con sus piernas, que perdemos referencias. Cuando esto pasa, se vuelven casi una abstracción. Son pura textura, puro color. Sucede algo muy curioso: se entra al cine esperando ver a Vanessa Hudgens, y luego de independizarla y aceptarla como personaje, es tan extraña su relación con el entorno, con todo lo que pasa a su alrededor, que se pierden referencias: estamos viendo formas moviéndose (literalmente, hay escenas modificadas digitalmente que acentúan este efecto).
La primera parte (en la que sucede todo lo contado hasta acá) termina cuando se produce el inconveniente de las chicas con la policía. Ahí la película deja la cámara en mano y todo su ambiente cambia. La segunda parte, en donde hace su entrada Alien (James Franco), resulta menos interesante en lo formal y casi que se cae en el género del gangster. Es ésta la parte más floja del film, aún conservando puntos muy altos, como el tributo que se le hace a Britney Spears. Con referencias a la cultura popular y al cine de los últimos diez años, se dialoga con la sensibilidad del espectador y con la industria del cine, logrando así una reflexión sobre la juventud y todo lo que eso implica.
Todo esto hace que sea una película pretenciosa (en el buen sentido), con ánimos de trascendencia. Es seguro que generará polémica en cuanto a cierto tufillo moralista de Korine, o por contrapartida, por escena con mucha violencia explícita (no referido solamente a lo físico, si no al ambiente sexual y verbalmente violento). Hay un combo que toda película que simboliza debe tener y que ésta lo posee. En el cine, segundos después de terminada, alguien grita “malísima”, mientras que otros empezaban a aplaudir. No se me ocurre mejor recibimiento para un film que ése.