El plano inicial con el que abre Spring Breakers -una fiesta playera en cámara lenta en la que no faltan senos y traseros bronceados- nos dice lo irreverente que puede llegar a ponerse el director Harmony Korine y lo divisivo que puede resultar este drama inclasificable.
Por un lado, el realizador pretende vanagloriar esas escapadas hedonistas que cada primavera los jóvenes americanos aprovechan hasta el último momento, a la vez que presentar la vacuidad que empuja al cuarteto de chicas a cometer una locura tras otra con tal de disfrutar lo que ellas piensan, es la mejor etapa de sus vidas. Divertirse salvajemente tendrá sus consecuencias en cada una de ellas y poco a poco el grupo irá percatándose de qué tan hondo están metidas en la ciénaga que ellas mismas se crearon. El director ya presentó una historia difícil de tragar como el guionista de Kids y ésta vez los protagonistas son menos odiosos pero igual de transgresores. Todo aquel que entre a ver la sala con la idea de ver una nueva Project X pero con un plantel femenino está totalmente equivocado. Spring Breakers es una historia criminal que retrata la vida de una generación que se va perdiendo poco a poco, debido a la inhabilidad de aceptar un futuro en el que las cosas no son tan fáciles como ellas se la plantean. La vida no es un videouego -aunque cierto personaje la plantee como tal- y el precio será diferente para todas.
Desde un principio la elección de caras Disney les picó bastante a varios, generó curiosidad y el resultado varía en calidad. El papel de Selena Gomez es quizás el mas inocente y el menos jugado, lo que no quiere decir que no esté a la altura de las situaciones del grupo, mientras que Vanessa Hudgens forma una dupla sórdida y desobediente junto a Ashley Benson -quien se destaca en la serie juvenil Pretty Little Liars-, ambas las joyitas del film. La esposa del director y guionista Rachel Korine es quien complementa al cuarteto, no obstante su Cotty no genera inquietud alguna en contraste con las otras tres, se siente más un títere o la típica amiga que ante una decisión responderá "me da lo mismo". Sin embargo, el punto álgido es la aparición de un irreconocible James Franco como el gángster Alien, cuya ayuda le da un giro delictivo a la trama y genera una atracción magnética en su interacción con Benson y Hudgens. Dominando la escena desde su presentación, este tiene una caracterización fascinante como un maleante que quiere ser más grande de lo que aparenta, una especie de Tony Montana para la generación MTV -no es casualidad que se vea un cartel de Scarface colgado en la pared de una habitación-.
No todos verán lo mismo en Spring Breakers. Los fanáticos de Selena Gomez saldrán impactados con el nivel de realismo de la película. No es una fiesta divertida, es un cuadro deprimente de una juventud en problemas. Para ayudar a crear esta sensación de desasoiego y depresión, Korine se vale de una edición no lineal que exige una colaboración por parte del espectador para completar el rompecabezas, de la cinematografía de Benoît Debie, que juega mucho con la fluorescencia y la calidez de los tonos amarillentos, y de la potente banda de sonido de Cliff Martinez -el mismo de Drive y Contagion- en coautoría con el músico Skrillex.
Con Britney Spears como una anacrónica musa inspiradora, Spring Breakers parece ser más ligera de lo que es, aunque con el pasar de los minutos se convierte en una fábula oscura que nunca pierde su lado sexy. Entretenida y extraña al mismo tiempo, es un plato interesante que merece una charla luego de su visionado.