Spring Breakers: Viviendo al límite aunque sin fiesta
Cuando se conoció la noticia de que Harmony Korine dirigiría a estrellas fabricadas por Disney, todos se sorprendieron. Y no es para menos: un realizador que venía de hacer Trash humpers -en la cual unas personas con máscaras de ancianos tenían sexo con tachos de basura-, ahora encargado de pervertir a las ex princesas de la compañía de Mickey (con Vanessa Hudgens y Selena Gómez como protagonistas) llamaba mínimamente la atención. Y lograba generar cierta ilusión, para ser sincero. Es que los universos entre director y actrices son tan lejanos que su choque iba a ser, cual espectáculo de la naturaleza, atractivo de ver.
Sin embargo, algo pasó. Un film puede ser fallido pero al menos tener ciertos elementos loables; también puede ser una acumulación de errores pero al mismo tiempo ser digno de un entretenimiento. Spring breakers: viviendo al límite no pertenece a ninguno de estos dos grupos. Es el claro ejemplo de un tercer grupo: el de las películas que fracasan en todo lo que se proponen.
Spring Breakers sigue a cuatro amigas que desean irse de vacaciones a Florida. Al no tener dinero, tres de ellas (Selena Gómez es la más conservadora del grupo) asaltan
violentamente un restaurante, sólo para cumplir sus apetitos de fiestas, diversión y sexo. En efecto, una vez allí, todo se trata de eso: descontrol, gritos, cuerpos esculturales, y todo lo que hay en Estados Unidos en verano. Todo se complica cuando las chicas son arrestadas y un patético gángster las libera de la cárcel. Pero, ¿acaso esto importa?
Es interesante observar como la película se divide en dos partes bien notorias. Los primeros quince minutos sorprenden, encandilan. Es asombrarse con un regalo pero estirado en esa porción de tiempo. Luego de ver a estas chicas en bikini, el asalto en cuestión y la primera de las fiestas a las que asisten, todo se derrumba. O se vuelve una repetición de este desmoronamiento. Y lo que aburre, increíblemente, son las fiestas.
La recién estrenada El gran Gatsby, de Baz Luhrmann, tiene sus fallas pero al menos se hace cargo del exceso. Además, las fiestas organizadas por Gatsby sí son divertidas y contagian el entusiasmo que debe transmitir una celebración tan lejana como la que se encuentra en la pantalla cinematográfica. Spring breakers, más allá de enaltecer las hormonas, no encuentra el gran mérito de Luhrmann. Y peca, como si fuera poco, por el incumplimiento de lo que prometía: lo salvaje y lo extremo queda simplemente plasmado en la espalda desnuda de Vanessa Hudgens (famosa, entre otras cosas, por haber sido víctima de un hackeo de sus fotos privadas).
De los pocos elementos interesantes en Spring breakers, Selena Gómez es uno de ellos. Su personaje parece ser el único realmente delineado de toda la película. Faith se debate entre la religión y las fiestas, y la actriz transmite, de forma muy profesional, esa encrucijada. Es la única en el film que le da una dimensión a su personaje. O, capaz, la única que no es una imitación de una chica divirtiéndose o un patético mafioso. El único momento de libertad absoluta ocurre cuando las chicas y James Franco interpretan un cover de la maravillosa Everytime, de Britney Spears. Si esa secuencia consigue emocionar es porque Korine se despega de la repetición y el desinterés para centrarse en aquellos acordes que provienen del corazón de los protagonistas (Britney es una especie de diosa, de voz para estos adolescentes descarriados).
Spring breakers, con la expectativa generada y sus chicas en bikini, tiene más de cansancio que de celebración. La formas, los colores, los sonidos y la música son meros artificios que tapan los problemas de una carrera. Si en Trash humpers, Korine engañaba a su público con sus imágenes grabadas en VHS, en su nuevo film sólo hay una inútil capa de colores y formas hechas para la distracción de un guión inexistente. Es un cine perezoso, que en vez de pensar un guión hipnotiza con su exaltación visual; y es un cine aburrido, porque no sabe como plasmar esto en la pantalla.