Queremos tanto a Melissa...
Paul Feig en el guión y la dirección + Melissa McCarthy como protagonista + Jason Statham (un poco desaprovechado) en plan cómico + Jude Law como espía/galán = una entretenida parodia a la saga de James Bond con mucho humor físico (especialidad de la casa) y diálogos entre guarros y filosos. Es, sí, una vuelta de tuerca más a la fórmula (la de 007 debe ser la saga más reciclada y satirizada de la historia del cine), pero en este caso no sólo no irrita sino que en buena medida fluye y convence.
Es cierto que Spy no llega a las alturas de Damas en guerra y que lo gigantesco de la producción -la historia salta de Varna (Bulgaria) a París, luego a Roma, más tarde a Budapest, etc.- no siempre juega a favor, pero la mixtura entre acción (hay conflictos y persecuciones en autos, motos, aviones, lanchas…) con un McGuffin ridículo (una bomba nuclear) y el humor negro habitual de Feig y compañía funciona razonablemente bien durante casi todas las dos horas de esta montaña rusa cinematográfica.
Más allá de los buenos secundarios (el apuntado Law, algunas irrupciones autoparódicas de Statham, la malvada Rose Byrne, la patética y querible asistenta que interpreta la gran Miranda Hart, el Don Juan italiano que encarna Peter Serafinowicz), Spy es una película pensada y concebida para el lucimiento histriónico y físico de la monumental McCarthy (en una versión mejorada de su actuación en Chicas armadas y peligrosas) como una cuarentona sin suerte y con la autoestima por el subsuelo que trabaja en las oficinas de la CIA y termina abandonando el escritorio para arrasar -literalmente- con todo y con todos en el frente de combate como la agente secreta menos pensada.
En un universo hollywoodense dominado por estrellas adolescentes, carilindas y esbeltas, McCarthy es una bienvenida rareza, una “anomalía” para celebrar. Una actriz cruda y desatada, una comediante de pura raza.
PD: Hay un simpático gag tras los créditos finales. A quedarse…