“Macartismo” desopilante
Melissa McCarthy es una gran comediante, y finamente con esta película da la sensación de que Hollywood encontró la manera de usar debidamente su talento. La regordeta actriz interpreta a una agente de escritorio acostumbrada a pasarle todos los datos necesarios para sus misiones al superespía Jude Law, todo un astro dentro de la CIA. Pero cuando él muere en una misión y queda claro que todos los agentes de la agencia están perfectamente identificados por una villana que quiere venderle una bomba nuclear a unos terroristas, la agente a la que todos consideran poco menos que una simple secretaria se ofrece para trabajar de espía, algo que realmente provoca la ira del aguerrido y mitómano agente Jason Statham, quien de todos modos decide acompañarla por toda Europa en la peligrosa misión.
Además de gran parodia del cine de espías, con bromas graciosas que parodian todos los lugares del género de James Bond en adelante, el film no pierde nunca el ritmo, dado que el centro de la cuestión es la transformación de la protagonista, que llega a convertirse en una ultraviolenta y malhablada agente capaz de moler a patadas al villano más temible. En este sentido, el director Paul Feig va adecuando los niveles de violencia y humor negro a la progresiva metamorsosis de Melissa McCarthy, llegando a niveles delirantes que parecen salidos de una pelicua de John Woo, como cuando la espía estelar combate a una asesina en la cocina de un restorán, apelando a toda la parafernalia de chuchillos y sartenes del lugar.
Hay momentos realmente hilarantes a lo largo de la película, y todo el despliegue de producción propio de un film de 007, incluyendo las persecuciones del caso, filmadas con imaginación y un gag inesperado siempre listo para sorprender al público. McCarthy se luce en cada una de sus progresivas varaciones de espía tímida a super agente, y el único que por momentos casi le roba las escenas es Statham, básicamente porque es un actor que conoce el género y es perfecto para burlarse de sí mismo.