Si alguna película puede convertir finalmente en una estrella aquí a Melissa McCarthy de la manera en la que lo es en los Estados Unidos –donde a esta altura puede considerarse la mujer más taquillera de los últimos años– es esta parodia al género de acción a lo James Bond dirigida por Paul Feig, el mismo que la lanzó a la fama en DAMAS EN GUERRA, unos años atrás. La película tiene algo de las sagas humorísticas de espías vistas tantas veces con protagonistas supuestamente inapropiados para la tarea, pero con una importante diferencia: aquí nuestra heroína “despistada” metida a superespía internacional es realmente buena en lo que hace.
Puede parecer una diferencia menor, pero es importante. La película no se toma en solfa la aparentemente implausibilidad de que una mujer como McCarthy sea una maestra del espionaje capaz de superar en talento a sus colegas como Jason Statham y Jude Law sino que, por el contrario, se basa en ese concepto. Claro que para llegar a demostrar su capacidad en la materia, Susan Cooper (McCarthy) tiene que pasar primero muchos años siendo relegada a un trabajo de escritorio en la CIA, en el que termina siendo la persona más eficiente de todas aunque nadie se de cuenta, embelezados por la belleza de otras espías (Morena Baccarin) e incapaces de ver que gran parte de las soluciones a los problemas de sus colegas, “los espías en el campo”, los aporta ella, pasándole información precisa al bondiano Bradley Fine (Law) mediante el uso de audífonos, drones y otros gadgets.
spy-rose-byrne-melissa-mccarthyPero la oportunidad llega –un poco por casualidad y otro poco por error– cuando los supervillanos de turno (una confusa madeja de europeos del Este con una bomba nuclear por vender) se enteran quienes son todos los agentes activos de la CIA y no queda otra que utilizarla a ella en la complicada tarea de detener esa venta. ¿Quién sospecharía de una mujer cuarentona, excedida de peso y con aspecto de ama de casa de Ohio como una heredera del talento de tantos grandes espías que el cine nos ha dado? Esa inversión del juego –encontrar humor sin apoyarse en el patetismo del personaje– es el gran secreto de SPY, cuyo subtítulo local es totalmente inapropiado ya que Cooper es cualquier cosa menos UNA ESPIA DESPISTADA…
Susan recorrerá, a lo Bond, distintas locaciones europeas (Roma, Paris, Budapest, etc) primero en su “papel” de turista norteamericana invisible (su kit de gadgets es otro excelente gag) para luego terminar convertida en la guardaespaldas de la villana Rayna (Rose Byrne) y ahí sí volverse la máquina de matar y putear que uno podía suponer que la abrasiva McCarthy iba a convertirse, más temprano que tarde.
spy-melissa-mccarthy.10464552.87Si bien la película es un tanto larga (dos horas y monedas), fluye gracias a la simpatía y talento de McCarthy, que puede ir y venir de su ya patentado personaje de torbellino de palabrotas a manejar una escena de acción como la espía mejor entrenada del mundo (se destaca especialmente una en un avión privado). Todo eso regado de bromas ácidas y en general bien dosificadas por el siempre ingenioso Feig, por más que algunos chistes (el espía italiano baboso, las supuestas hazañas macho-style de Statham) se vuelvan un tanto reiterativas sobre el final.
Las que suman, y mucho, son las otras mujeres del elenco, como Byrne en el rol de una villana indespeinable, Allison Janney como su malhumorada y desconfiada jefa y, especialmente, la altísima comediante británica Miranda Hart en el rol de su mejor amiga, otra “operadora de escritorio” de la CIA que pasa a ser para Susan lo que Susan era para Mr. Fine. Que esa dupla de damas fuera de serie terminen siendo las grandes heroínas del filme es un punto que, más que sumar por el lado de la corrección política, lo hace por el lado del humor.