Con licencia para aburrir
2015 será recordado como el año en que fuimos bombardeados por espías de todos los colores. Primero pudimos conocer la divertida Kingsman: el servicio secreto y antes de que lleguen otras propuestas de alto perfil como Misión: imposible V, la nueva James Bond Spectre y la adaptación a la pantalla grande de El agente de CIPOL, hace su torpe entrada en escena Spy: una espìa despistada. Claramente una parodia a las películas de 007 con la particularidad de que aquì quien lleva las riendas del relato es una mujer. Y no cualquier fémina, precisamente, sino ese portento cómico que es la enorme Melissa McCarthy. Una comediante de grandes recursos para el humor pero antes que nada una actriz nata que cuando su papel lo amerita es capaz de emocionar y emocionarnos con su talento. Es una pena que su asociación con el autor y director Paul Feig le esté jugando en contra encasillándola en un tipo de rol al que vuelven una y otra vez simplemente porque funciona. Feig ya dirigió a McCarthy en Damas en guerra y también en la muy sobrevalorada Chicas armadas y peligrosas. En Spy: una espía despistada el realizador y su musa inspiradora han unido fuerzas para homenajear a un género con sus propias armas. Despareja, demasiado larga y como mucho apenas simpática esta comedia que cuenta con un respetable presupuesto de 65 millones de dólares sigue haciendo hincapié en la figura obesa de la actriz y su facilidad para proferir insultos a una velocidad pasmosa para obtener las risas de la platea.
Con un guión pobre en ideas difícilmente se obtenga una obra que supere un escrutinio crítico serio. Es lo que le sucede a Spy… que ya desde los títulos de presentación alude nada veladamente al universo de James Bond. El punto de partida utiliza el viejo truco del pez fuera del agua para intentar sorprender. El problema es que no nacimos ayer y a la fórmula la sabemos de memoria. Ni siquiera las vueltas de tuerca cumplen con su objetivo: se ven venir desde lejos. La historia es una excusa para mandar encubierta a una peligrosa misión en Europa a la agente de la CIA Susan Cooper (McCarthy). Desde la comodidad de su escritorio Cooper es el complemento perfecto para el eficiente espía Bradley Fine (Jude Law). Cuando por motivos argumentales Fine queda fuera de la ecuación Susan se ofrece como voluntaria para reemplazarlo. La ocurrencia es tan insólita como para que su jefa (Allison Janney) la considere y finalmente la apruebe. La decisión es resentida por el super agente Rick Ford (Jason Statham en un descanso de sus habituales vehículos de acción) que renuncia para viajar y hacer la suya. Como en la última entrega de Rápidos y furiosos, Statham aparece de a ratos en Spy… siendo utilizado por Feig como un antagonista de Cooper metiéndose en el medio cuando no debe y generando un caos tras otro. Para clarificar es un personaje al que su creador ha definido como una mezcla de John Rambo con el inspector Closeau. En mi opinión hay más de éste último que del primero y a Statham no se lo nota del todo convincente. En su defensa la culpa es del guionista que no le reservó casi ningún gag eficaz. Sólo dos o tres momentos dialogados pueden rescatarse de su participación. Mejor suerte han corrido otros actores: entre ellos Rose Byrne como la villana, Peter Serafinowicz como el fogoso colega italiano Aldo y la flaca y desgarbada Miranda Hart como la compañera y amiga de Susan, Nancy. Si la película vale la pena por algo sin dudas es por su elenco. Serafinowicz hace maravillas con nada, no es que el papel esté bien escrito… simplemente él es gracioso. Esto no se aprende, se es o no se es.
Spy: una espía despistada le dedica buena parte de su metraje no sólo a buscar el humor cómplice con el espectador sino también a la acción física. En dicho rubro Feig tampoco da la talla evidentemente perjudicado por los especialistas contratados para realizar las escenas de tiroteos y persecuciones. Hay efectos digitales muy mal aplicados (cuando los vean se acordarán de lo que digo), coreografías sin vuelo y ni siquiera los dobles de los actores logran ajustarse del todo a los requerimientos del guión. Entre tanto lugar común y muy de cuando en cuando se filtran pequeñas muestras de la calidad interpretativa de Melissa McCarthy que es demasiado buena para quedar encorsetada de por vida en estos limitadísimos papeles.