Las parodias y versiones cómicas de espías y agentes secretos existen hace años, desde el Superagente 86 hasta Austin Powers. Son productos que toman las características de las películas al estilo James Bond y nos tienen de cómplices sobre cómo funcionan los lugares comunes del género. Los artefactos del héroe, los villanos peculiares, los autos, las misiones encubiertas, las persecuciones, los aparatos de destrucción masiva, etc.
“Spy” se suma a la lista para traer un poco de aire fresco al asunto: la espía del título en este caso es la nominada al Oscar (sí, al Oscar) Melissa McCarthy. Una suerte de versión mujer del fallecido Chris Farley pero con más rango actoral que tiene su propia serie de tv (Mike & Molly) y que se convirtió en una de las actrices cómicas más importantes de EEUU.
Está escrita y dirigida por Paul Feig, director que ya trabajó con ella en otras ocasiones (Bridesmaids y The Heat, donde compartió dupla con Sandra Bullock) y que sabe exactamente cómo utilizarla para sacar lo mejor de ella y sus dotes actorales*.
Por fuerza mayor, una agente de oficina tiene que salir a hacer una misión de reconocimiento pero termina infiltrada en una red de venta de armas, bombas y todo ese tipo de aparatos con algún tipo de detonación. La historia es clásica pero tiene sus vueltas de tuerca, lo que la hace un poco impredecible.
El humor de “Spy” tiene mucho de insulto y de atacar verbalmente al otro pero, créase o no, funciona. Especialmente porque el guión es inteligente, picante y constantemente tiene un intercambio gracioso y original entre personajes, McCarthy cae bien y su Susan Cooper es adorable precisamente porque sabe hacer su trabajo pero no es tenida en cuenta: es una agente competente que saca lo mejor de sí misma cuando no es restringida por ningún superior. Verla mutar de parecer una señora con 10 gatos a ser una Ethan Hunt femenina y más agresiva, es un cambio interesante que genera buenos momentos y donde la actriz mejor brilla. Hay gente que no le gusta pero hay algo innegable y es que Melissa McCarthy tiene un estilo particular y un timing impecable para la comedia.
El director la rodea también con un elenco de primera que se presta al juego y sale muy bien parado. Jason Statham hace una parodia de sí mismo y de sus personajes de acción, donde se piensa que es el mejor de todos, dice hacer lo imposible y al momento de actuar quizás no sea tan así. Ponerlo a la misma altura de McCarthy es un hallazgo impensado y fenomenal, especialmente para una película de este estilo. También se suma Jude Law que hace del típico James Bond pero que lamentablemente no tiene demasiado para hacer, y una galería de personajes secundarios con una personalidad bien marcada que aparecen esporádicamente en el momento justo.
Pero, además de Statham, el arma secreta de Spy es la australiana Rose Byrne, la villana del film. Una actriz que viene creciendo de a poco pero de manera constante en Hollywood, un nombre poco conocido pero con una cara que apareció en algunas de las películas más exitosas de los últimos años: X-Men First Class, Neighbors, Bridesmaids y las dos partes de Insidious. Sus escenas con McCarthy son una ida y vuelta de intercambios verbales de dos personalidades fuertes que se sacan chispas, y junto con las de Statham, son lo mejor de la película.
Paul Feig, sin embargo, no dirige sólo para las risas. Spy no es tanto una parodia del género: es una comedia dentro de un thriller de espías de verdad. Tiene escenas de acción, persecuciones, y peleas bien realizadas, dignas de cualquier otra película ‘seria’ de Jason Statham. Hasta las preciosas locaciones parecen sacadas de un film de 007 con París y Budapest de fondo.
En una actualidad donde las comedias son escasas (y las pocas que hay no son tan buenas, hay que reconocerlo), llega una en donde todos los protagonistas están comprometidos en sacar una risa incluso saliendo de sus lugares de confort y, aunque no sea una película perfecta, “Spy: Una Espía Despistada” es más que bienvenida.