Una chica más armada y más peligrosa
En el nuevo proyecto del guionista y director Paul Feig (Damas en Guerra, Chicas Armadas y Peligrosas) y la actriz Melissa McCarthy (partícipe y protagonista de ambas películas, respectivamente, además de la encantadora Sookie en la serie Gilmore Girls), ésta última es Susan Cooper, una agente de la CIA relegada al escritorio, que asiste al espía estrella Bradley Fine (Jude Law) en sus misiones. Esto es, hasta que las identidades de todos los agentes de campo se ven comprometidas, y ella se proponga para la próxima misión.
Feig y McCarthy le rehúyen al prototipo paródico del espía despistado –pese al título local- que resuelve sus casos por casualidad y que tiene sus representantes históricos en el Inspector Clouseau (Peter Sellers) y Maxwell Smart (Don Adams). La comedia en Spy no pasa por las habilidades de Cooper como espía, ya que queda en claro desde un principio que es tan experta en el manejo de armas y el combate físico como en la logística de las operaciones. El humor pasa por ser un sapo de otro pozo: la chica nunca lo suficientemente cool para que la dejen entrar al club. Pero la vuelta de tuerca es que el club está lleno de gomas. Y obviamente ella es mil veces más piola que sus colegas y enemigos.
Sus compañeros ciertamente son bastante esquemáticos y, aunque cumplen sus roles, todo pareciera levemente forzado en el afán de establecerlos paródicos:
Jude Law es el rubio distante, perfecto, añorado por Susan. Apenas si se le despeina un poco un mechón tras enfrentarse a dos docenas de hombres armados y un par de explosiones. Rose Byrne juega al estereotipo de villana Bond -con acento búlgaro exagerado y un peinado que la dobla en volumen- y su Rayna Boyanov provee de las mejores interacciones con McCarthy. Jason Statham es la “revelación” en su faceta cómica, como un híbrido de su Transportador, Chuck Norris y el tío exagerado que se la pasa contando anécdotas igualmente épicas e inverosímiles en cada bendita reunión familiar. Sus enumeraciones de cada herida de guerra van en un in crescendo que generan algunos de los momentos más cómicos de la película. Pero como mucho del mejor humor de Spy, pasa por lo verbal y no lo visual. También están Peter Serafinowicz como un agente italiano que apenas si sirve para que Cooper no se deje abatir emocionalmente, Alison Janney (desaprovechadísima) como la jefa que es dura pero apuesta por el personaje de McCarthy, y Miranda Hart como la amigota de la agente y depósito de burlas.
Spy está claramente pensada como un vehículo para el despliegue del humor físico y verbal de Melissa McCarthy (y como potencial franquicia), por lo que se estructura como una sucesión de eventos que sirven de excusa para los gags de la actriz. Pero las situaciones no necesariamente llevan al desarrollo narrativo: entramos en una rueda de hámster donde alguien humilla a Cooper, ella se la devuelve con un comentario sarcástico, otro la intenta aplacar físicamente, ella le da un sartenazo, y así… Casi que uno desea que entre Daenerys Targaryen a proclamar que va a romper la rueda.
La fórmula se vuelve inmediatamente repetitiva, pese a McCarthy y el elenco (de vuelta, increíble y tan desaprovechado), y no se justifica en su propósito de narrar crecimiento y autoafirmación de Cooper, que es lo que verdaderamente le interesa a Feig.
Spy está claramente pensada como un vehículo para el despliegue del humor físico y verbal de Melissa McCarthy.
Como en las dos películas previas con la dupla del director y la actriz, uno de los focos es la construcción de alianzas femeninas ante un grupo de hombres torpes, casi inútiles, a los que hay que socorrer constantemente. Ya sea con su jefa, que le da una oportunidad para salir del lugar a la que habían relegado, su compañera que está ahí siempre para ella, o hasta su némesis (ayuda mucho que el guión sepa explotar que McCarthy tenga más química en sus intercambios de insultos con Byrne que con el resto del elenco). Éste es uno de los fuertes de Feig, quien no es la primera vez que dirige un guión propio en cine (o en TV, donde creó la increíble, mítica y efímera Freaks and Geeks), pero que tanto en Damas en Guerra como en Chicas Armadas y Peligrosas había contado con guiones escritos por mujeres.
Feig no se destaca por un despliegue visual con marcas propias (su idea de lo espectacular pasa por mostrar los paisajes de las ciudades europeas que sirven de locaciones y algunas peleas mejor resueltas que otras) y así como el humor verbal suele quedar en primer plano por sobre el físico (en muchos casos, por líneas improvisadas que se dejan correr más de la cuenta), el director tampoco logra mantener un ritmo visual que acompañe a las idas y vueltas de Cooper y compañía.
La importancia de Spy pasa por si logra el éxito comercial que consiguió ya Chicas Armadas y Peligrosas, consolidando el lugar en la industria, no sólo de McCarthy, si no de una mujer como protagonista en un género que no sea la comedia romántica, el romance, o el drama en general (con mujeres cuyas historias giran en torno a conseguir pareja, añorar y/o directamente sufrir).
Si la cercanía del estreno en Argentina al de Estados Unidos sirve como índice de reconocimiento (independientemente de las eternas especulaciones de las distribuidoras respecto al resto de los estrenos tanques en cada temporada) del arrastre de público que empezó a generar Melissa McCarthy en los últimos años, en combinación con las propuestas de Paul Feig y sus películas protagonizadas por mujeres, van bien: Damas en Guerra se lanzó en Argentina casi medio año después que su estreno original, Chicas Armadas y Peligrosas (co-protagonizada por Sandra Bullock, detalle no menor), tres meses después. Spy: Una Espía Despistada se estrena en simultáneo a EUA.