Muchas veces el abordar la reseña de una comedia puede ser una tarea muy difícil. El humor es muy subjetivo y le llega a cada espectador de diferentes maneras. Y mucho menos si hablamos de humor femenino, aquel en donde las mujeres son el foco de atención y no hay un Adam Sandler o Kevin James a la vista. Pero si algo ha quedado claro en los últimos años, es que Melissa McCarthy es una máquina imparable en lo que respecta al género. Una de las caras más reconocidas y lucrativas de la comedia americana, Melissa vuelve a la carga una vez más junto al director Paul Feig, una dupla que parece haber encontrado el código del éxito. Tras la apabullante Bridesmaids y la hilarante The Heat, el turno de Spy es el de insulflarle a una genial historia de espionaje y acción toda la artillería pesada que tienen la actriz y el guionista/director, una mezcla tan pura y deliciosa como los martinis que degusta el 007 en sus aventuras.
Para no confundirse, Spy no es ni una burla ni una parodia a la saga Bond, sino que es una comedia pura y dura que involucra el costado más gracioso de las agencias secretas gubernamentales en persecución de malos bien malosos, buscando armas nucleares para diezmar al mundo moderno. La comedia no pasa por la estupidez al estilo La Pistola Desnuda, sino que va jugando sus propias cartas, construyendo personajes y viajando alrededor del mundo en busca de pistas y rastros de migas que van dejando los villanos de turno. En ese aspecto, el subtítulo con el que se conoce la película en territorios de habla hispana - Una espía despistada- no podría lastimar más al producto, ya que la protagonista lejos está de ser una agente despistada. Se podrá seguir recurriendo en menor medida al humor físico con respecto a la corpulencia de McCarthy, y en mayor medida a la cantidad de insultos por segundo que puede disparar la espía del título, pero su personaje lejos está de ser una cabeza hueca.
Gracias al estupendo trabajo que hace Feig desde el guión, la dimensionalidad de la protagonista y de sus secundarios se demuestra a cada segundo, primero siendo Susan Cooper una ayudante remota de los agentes de campo, y luego arrojándose al mundo exterior para probar que no es sólo una "señora del almuerzo" como la llaman despectivamente sus colegas. Susan es un arma secreta, y el elevado nivel de entrenamiento y su escasa notoriedad la hacen una candidata ideal para una nueva misión, más allá de cómo luzca físicamente. El nivel de manejo de personajes del director es excepcional, y sabe equilibrar el humor con la acción en justas dosis para que no termine de abrumar ni el uno ni el otro.
Con bastantes giros y revelaciones para resultar una prima de las Misión Imposible, Spy se vale de sus dos horas de metraje para desarrollar su historia, donde McCarthy comparte escenario con un grupo de talentosos secundarios, muchos de los cuales prueban aguas nuevas en sus carreras y salen airosos. Primero que nada, el ver a Jude Law como una copia casi calcada de James Bond es tremendamente gracioso, pero es su colega Jason Statham el que se lleva todos los aplausos como un agente que ha vivido situaciones adrenalínicas fuera de control y no está para nada de acuerdo que su rechoncha compañera le haya robado una asignación. Es más, el mote de despistado se lo lleva él, en una combinación entre aguerrido y estúpido que le calza perfecto al macho Alfa que siempre representa en sus películas. Y siguen las sorpresas: Rose Byrne viene pisando fuerte en la comedia, siempre en papeles serios que le dan permiso para ir destapando la olla poco a poco, y acá su villana le roba varias escenas a la protagonista con su carisma y su particular sentido del humor, mientras que la colega de escritorio de Susan, Nancy, le otorga inmunidad diplomática a Miranda Hart para ir elevando la apuesta con el correr de los minutos y volverse casi imprescindible en pantalla. Hay una solidez en el elenco que crea un conjunto magistral, incluso cuando las pequeñas partes también son ocupadas por caras conocidas del medio.
La acción es el aspecto en el cual Spy puede encontrarse en problemas, pero el ritmo es tan frenético que se le pueden perdonar un abusivo uso de efectos digitales bastante pobres, que contrastan aún más el hecho de que varias persecuciones y peleas coreografiadas sean de un impacto bastante importante. Pero estamos frente a una comedia restringida y no una Skyfall, así que se le pueden dejar pasar ciertos deslices. McCarthy y Feig sacan lo mejor el uno del otro, y el resultado es un vehículo muy bien aceitado que resulta profana y progresiva a partes iguales, abriendo el camino para que más comedias se permitan usar mujeres en roles protagónicos que antes eran exclusivamente masculinos.