Bill Murray, el babysitter menos pensado
Los detractores podrán decir que se trata de una película de Wes Anderson sin el talento ni la brillantez visual de Wes Anderson o de una nueva versión de Gran Torino sin la maestría de Clint Eastwood (aunque bastante más tierna), pero esta ópera prima del guionista y director Theodore Melfi es una agridulce e irresistible comedia de redención hecha al servicio (lucimiento) del genial Bill Murray.
¿Que se trata de un one-man-show? ¿Que está construida sobre clichés? Puede ser, pero eso no la hace menos noble ni entretenida. Murray interpreta a Vincent, un veterano de Vietnam bastante malhumorado, patético, alcohólico, fumador, jugador y decididamente poco sociable. Sólo parece mantener una buena relación con Daka (una divertida Naomi Watts permitiéndose sobreactuar), una prostituta rusa que está embarazada.
Vincent vive en su mundo decadente pero autosuficiente hasta que llegan al vecindario de Brooklyn Maggie (la brillante Melissa McCarthy, aquí poco aprovechada) y su hijo adoptivo Oliver (Jaeden Lieberher) de 12 años. Casi sin darse cuenta, y a pesar del inevitable rechazo inicial, Vincent se convertirá en el “babysitter” del chico y, por supuesto, entre ellos irá desarrollándose una particular amistad.
El film apuesta por momentos a la comedia de enredos, al subgénero de desventuras colegiales (el muchacho recién llegado sufrirá algo de bullying en una escuela católica) y sobrellevará algún que otro lugar común. En definitiva, estamos ante una pequeña película independiente amplificada por un sólido elenco y, sobre todo, por ese actorazo que es Murray, el mismo que nos hizo llorar de risa con Hechizo del tiempo, Tres son multitud (Rushmore) o Perdidos en Tokio, entre tantas otras películas. Imperdible para sus fans. Simpática para el resto.