San Murray, patrono de la comedia.
Diseñada para el lucimiento del genial actor, la película dirigida por Theodore Melfi narra la historia de un viejo malhumorado, peleado con el mundo, que establece una relación con un tímido niño que lo modificará (un poco).
Vincent (Bill Murray) no es ningún santo, más bien demuestra ser todo lo contrario pasando sus días embotado por el alcohol, apostando su escaso dinero en carreras en las que inevitablemente pierden los caballos que elige y cayéndole mal a su reducidísimo entorno, incluyendo a Daka (exagerada pero deliciosa Naomi Watts), una prostituta rusa embarazada que a pesar de que le cobra por sus servicios, podría considerarse su pareja. Es decir, viviendo como un cerdo hedonista al que aparentemente no le importa nada del mundo –o sí, tiene una esposa internada desde hace años a la que atiende con amorosa dedicación–.
Un día llega a la casa de al lado del derruido hogar del protagonista Maggie (Melissa McCarthy), con pocos recursos y a punto de comenzar a trabajar como enfermera a tiempo completo, por lo que se ve obligada a dejar al cuidado de Vincent a su hijo Oliver (Jaeden Lieberher), un chico tímido, que casi de inmediato sufre bullying en la escuela católica que le toca en suerte.
Desde allí el viejo malhumorado que fue un héroe condecorado en Vietnam, instruirá al niño sobre los beneficios de la comida enlatada, la suerte de los principiantes en el hipódromo y la necesidad de adquirir algunas técnicas de la lucha cuerpo a cuerpo frente a la agresión de sus compañeros de clase y a cambio, además de los dólares que cobra como niñero, el chico será un elemento clave para que Vincent se reconcilie más o menos con el mundo.
Pero a no confundirse, no se trata de una historia de redención y de mensaje esperanzador, sino que el relato muestra una galería de gloriosos perdedores que apenas tratan de mantener la cabeza a flote. La inteligente dirección de Theodore Melfi (Winding Roads), que también escribió el guión, trabaja con justa precisión la comedia y el drama, sabiendo que tiene a sus ordenes un buen elenco que acompaña con eficacia al formidable Bill Murray, un actor de culto que surgió allá por los setenta de la legendaria cantera de Saturday Night Live y que fue construyendo un sólido recorrido con varios títulos inolvidables, como Hechizo del tiempo, Tres son multitud o Perdidos en Tokio, tal vez sus trabajos más notables.
Y si, la película está edificada alrededor del actor y diseñada para su lucimiento, que son sus muecas sardónicas, sus silencios y la manera de poner el cuerpo al género de la comedia marcó desde el inicio de su carrera un estilo, una forma de hacer cine que es una manera de ver el mundo. Y St. Vincent hace honor a esta visión.