Es difícil no caer rendido a los pies de una comedia ligeramente dramática como St. Vincent. El combo del viejo cascarrabias interpretado por Bill Murray y la jovencísima revelación de Jaeden Lieberher como el peculiar vecino de al lado son un gran motor para la película de Theodore Melfi, quien subsana muchos lugares comunes con una historia agradable y un elenco afín.
He de confesar que nunca compré totalmente el estilo de comedia de Murray. Nunca sentí con cercanía su humor, nunca pude sentirme cómodo alrededor de su filmografía, pero en este caso mi visión cambia un poco. En el papel de un veterano de guerra bastante hastiado y enojado con la vida, convierte un personaje completamente detestable en alguien por el que el espectador espera con ansias su momento de redención. El ángulo de comedia buscado por Melfi desde el guión es más de situación que otra cosa, sin recurrir a momentos burdos. En pocas palabras, no sigue la línea de humor de, digamos, Tonto y Retonto, sino que prefiere el camino de la sagacidad encarnado por el pequeño pero inteligente Oliver, y las idas y venidas entre él y su vecino.
No falta el giro en la trama que vuelve todo un drama, pero estos momentos son necesarios para crear un efecto catártico en la trama, que nunca se siente agresivo o sacado fuera de contexto. En ese aspecto, es destacable el intercambio de roles en los diferentes secundarios. Por un lado, Melissa McCarthy, una actriz a la que uno está acostumbrado a verla en irreverentes papeles cómicos, acá deja salir su lado más amable como la madre de Oliver, mientras que Naomi Watts, una excelente actriz dramática, se pasa hacia el lado de la comedia más absurda como la prostituta y bailarina exótica embarazada Daka, en un papel que debería resultar por demás grotesco pero encaja perfecto dentro del mundo suburbano del film.
Gracias al pulso firme de Melfi, St. Vincent pasa de ser un cúmulo de situaciones trilladas a una entrañable comedia dramática que utiliza a un gran elenco a su favor para sacarle provecho al máximo. Murray bien vale la pena la entrada al cine.