No somos santos
La película abre con Bill Murray, acodado en la barra de un bar, quien sabe si tendrá una copas de más inclusive, contando un chiste pequeño pero muy gracioso. Ya desde este chiste, previo a la apertura de "St. Vincent" no quedarán dudas de que la película estará recorrida por un humor sarcástico, ácido y políticamente incorrecto.
Murray será el Vincent del título, un veterano de Vietnam que parece tener en sus espaldas las "siete plagas de Egipto": bebedor, desordenado, amante de las prostitutas, quebrado económicamente, afecto a las apuestas en el hipódromo...
Algo más? Si: mal hablado, gruñón, intolerante, peleador, antisocial, algo depresivo....
Acertaron: Bill Murray puede manejar este papel a la perfección y nutrirlo del plus de que a pesar de que su personaje tenga tantos puntos desagradables, uno pueda como espectador simpatizar con él y darle una mirada complaciente y generosa, más aún a medida que vaya avanzando la película.
La vida cotidiana de Vincent se ve modificada cuando Maggie (Melissa Mc Carthy más conocida por comedias más "pasatistas" como "Ladrona de Identidades" "Chicas Armadas y peligrosas" o su actuación en las series "Gilmore Girls" o "Mike and Molly"), una madre separada con un hijo Oliver de 12 años, sea su nueva vecina... con una mudanza que ya causa conflictos desde un primer momento.
Maggie trabaja muchas horas como técnica en un sanatorio y necesitará alguien que cuide de su hijo. Algo que comienza como un "favor" por única vez, termina siendo el trabajo de niñero de Vincent y su forma de poder juntar algunos dólares para ir sobreviviendo a su completa bancarrota.
La receta de la base de la comedia de polos opuestos que se atraen ya está servida.
Y si bien el guión basado en "niño que termina tiernizando a anciano gruñón" ya es conocido y ha sido presentado en distintas oportunidades con algunas modificaciones, en "St Vincent" vuelve a ser efectivo e interesante.
Primeramente gracias al magnetismo de Bill Murray en el papel que le valió una nominación al Globo de Oro como Mejor Actor de Comedia pero también porque se encuentra rodeado de un elenco que el director debutante, Theodore Melfi, conduce con un ritmo acertado y sin ningún tipo de fisuras.
Melissa Mc Carthy como la vecina, demuestra que se luce mucho mejor en un papel más anclado en una comedia "agridulce" que en sus desbordes en comedias un tanto escatológicas y de trazos más gruesos y de cierta rudeza, en las que fundamentalmente basó su carrera.
Y junto a ellos, Naomi Watts construye un personaje muy tierno como la prostituta rusa (y embarazada!) que tiene un vínculo con Vincent y Chris O'Dowd es el sacerdote que recibirá a Oliver en su nuevo colegio y justamente, una de las tareas que asigne en la clase de religión tendrá que ver con el desarrollo de la última parte del filme.
Pero además, "St Vincent" tiene el plus de un exacto trabajo de casting, encontrando en Justin Lieberher, el muchacho exacto para darle vida a Oliver.
La química que establece con Murray desde la primer escena que tienen juntos es completamente creíble, y gran parte del peso de la trama queda sobre sus espaldas con una actuación completamente fresca y espontánea.
Él será su fiel acompañante a todas las "paradas habituales" de Vincent: las carreras de caballos, el club de striptease y su bar habitual, haciendo que justamente en ese paso de la niñez a la pre-adolescencia, Vincent sea una pieza fundamental.
El podrá ver situaciones más allá de lo que se pinta como un personaje resentido, hiriente y hasta cruel. Él podrá ir descubriendo al verdadero Vincent.
Aún cuando se le pueda reprochar al guión un final un poco discursivo y cliché (muy), cuando hemos llegado a ese punto, los personajes de Melfi ya nos han cautivado y logramos emocionarnos con un final que en cualquier otra película o con otros actores hubiese pecado de más empalagoso y cursi.
Vale la pena ver brillar a Bill Murray en un personaje completamente a su medida en una comedia bien armada, con nobles intenciones y con buenos resultados.