Santo vecino
La verdad es que la historia que van a ver en este filme no es novedosa; más aún, es probable que les resulte haber visto algo parecido antes. Se trata de una de estas películas donde los personajes se redimen y acaban salvándose unos a otros.
Tenemos por un lado a Vincent, un hombre más que maduro, gruñón, con aspecto de vagabundo, dedicado al alcohol, al juego y a mantener una relación estable con una prostituta rusa, a quien le paga por sus servicios, cuando puede.
La rutina de este sujeto cambia cuando una mujer se muda a la casa de al lado junto con su pequeño hijo. Demasiado pronto el hombre está cuidando del niño mientras su madre hace horas extras para poder subsistir. Claro que Vincent no es un alma caritativa, cobra por su labor de baby sitter.
Así todo se vuelve previsible, el veterano amoral y pendenciero pasará algo de su experiencia al remilgado niño que ni siquiera sabe defenderse de sus compañeros de escuela, mientras poco a poco se revelan aspectos más profundos de cada personaje.
Pero todo lo antes escrito no va en detrimento de una obra que merece ser vista. Porque aunque todo nos suene conocido, aunque sepamos adonde vamos a llegar lo que importa es el viaje. Y nada mejor que Bill Murray para llevarnos. Su labor es excelente, como la de todos quienes le acompañan. La dirección tiene un estilo "indie" que le sienta bien al relato, en tanto la banda de sonido da el marco perfecto para que Murray se luzca con canciones de los Jefferson Airplane o Bob Dylan de fondo.
En definitiva, todo puede ser algo trillado, pero es también muy disfrutable y emotivo. Una mezcla que rara vez es efectiva, como en este caso.