Adorable huraño
¿Cómo no enamorarse a primera vista de Vincent (Bill Murray), a pesar de su ostracismo, agresividad, enojo y eterno desprecio hacia todo el mundo que lo rodea? St. Vincent (2014) del debutante Theodore Melfi, cuenta la historia de Vincent, un solitario, alcohólico y recluido sexagenario, que ve como su vida y rutinas cambian de un día para el otro cuando una mujer divorciada (Melissa McCarthy) y su hijo (Jaeden Lieberher), se mudan a la casa contigua a la suya.
Desde el primer momento el vínculo entre ellos será de profundo rechazo hasta que un día la necesidad de Maggie (McCarthy) hace que Vincent cuide a su hijo. Sin idea de cómo hacerlo el anciano comenzara a pasar las tardes educándolo en la vida y en algunas cuestiones que, como nuevo en el barrio y en la escuela, Oliver (Lieberher) aún no tiene del todo claras. Además de su relación con éste y su madre, Vincent mantiene un vínculo con Daka (Naomi Watts), una bailarina exótica y embarazada con la que, dinero de por medio, tiene relaciones sexuales una vez por semana.
Entre los cuatro se consolidara una dinámica que en la carencia (de afecto, de dinero. de sensibilidad etc.) les permitirá sobrevivir, más aun cuando Vincent sufra un accidente (producto de la visita de unos matones a los que debe mucho dinero) que lo dejara postrado en la cama durante un tiempo y necesitará de todos ellos para superarse.
Hay otro personaje clave en esta historia de desconocidos que por necesidad se conectan, y es la mujer de Vincent, que en un hogar de retiro atraviesa el periodo más duro de su Alzheimer y a partir de esta relación es que podemos comprender verdaderamente la complejidad del personaje y su accionar. Paralelamente Oliver deberá realizar una tarea para su nueva escuela (católica y el es judío) que lo tendrá al vecino como protagonista ante el desconocimiento de la temática.
Theodore Melfi logra generar una historia entrañable, que supera a la anécdota inicial, con un Bill Murray en plan Jack Nicholson de Las confesiones del Sr. Schmidt (About Schmidt, 2002) o Mejor imposible (As Good as It Gets, 1997) recargado y que además apoya este personaje con un elenco secundario de lujo, y que si bien hay algunas situaciones que hacia el final se precipitan y no terminan de resolverse, eso no opaca el resto de la propuesta.
St. Vincent es un film sólido, entretenido y muy divertido, sin ninguna pretensión y que además puede sostener su antipático personaje central porque agrega en los secundarios una carga dramática que equilibra el rechazo que podría generar todas las características de Vincent. La película es una exploración sobre las relaciones, la familia, la religión y el sexo, per principalmente sobre vínculos entre desconocidos que, en la necesidad que se funda la soledad de sus personajes, encuentra su afirmación y sentido.
Bill Murray nos ofrece una actuación única, sabiendo que su detestable Vincent permanecerá por largo tiempo entre nosotros.