Humor de calle de tierra
Reírse de uno mismo, es la premisa de Stand Up Villero (2018), apodo puesto por los medios. A Damian, Seba y German parece poco importarles el seudónimo, mientras puedan comunicarse, está todo bien. Es un humor negro, crudo, que forma parte de sus vivencias; son observadores y se corren del lugar de víctimas. Se preguntan de manera permanente: ¿De qué nos reímos?
Jorge Croce es el encargado de dirigir y escribir este documental, en el cual Damián Quilici, Sebastián Ruiz Tagle y Germán Matías se expresan a través de un humor ácido, que está en boga. Se trata del Stand-up, un género teatral de comedia en vivo. Por intermedio de sus monólogos reflejan lo que es vivir en una villa del Conurbano: marginalidad, delincuencia, relaciones amorosas, drogas, aborto y la corrección política que atraviesa el humor en estos tiempos.
Relatado desde el punto de vista de sus protagonistas, con precisas intervenciones de Croce, con respecto a lo que sucede cruzando la General Paz, que divide Capital Federal del Conurbano. Se involucra en las realidades de los protagonistas, a través del testimonio de los mismos, de familiares y conocidos, además de seguirlos en su actividad, la cual esperan, se convierta en algún momento en un trabajo fijo.
De manera literal buceamos en la villa, conocemos sus historias, sus rutinas, sus motivos y la realidad a la cual se enfrentan. La cámara es desestructurada, relajada y en movimiento cuando sigue a los actores, consiguiendo fluidez y dinamismo, con planos fijos en las diferentes performances para apreciar los chistes. Por otro lado, Nancy Gay, una reconocida comediante de Stand Up, lo describe como inclusivo, no ofensivo y delatador de la verdadera personalidad del comediante, en una invitación a una nueva manera de pensar los roles preestablecidos por la sociedad con tonos de humor donde cierto espectador se sentirá identificado.
"No hay mejor arma que un micrófono en manos de un villero" es una de las frases utilizadas por ellos, que contiene una injusta realidad y a su vez nos interpelan como sociedad. Un humor que consigue como respuesta hacernos reír o no, quizás ofendernos, enojarnos, pero sin lugar a dudas pensar y reflexionar. Si bien eligieron transformar el dolor en humor, hablan de ellos mismos, sacando toda la violencia que transpiran a diario, "la mochila de ser villero", la estigmatización de la sociedad y la marginación a la que están expuestos. Y subliman el resentimiento que podría convertirse en un odio irracional, para transformarlo en una catarsis constructiva y sanadora.