Amigos en el espacio
Una vez más, como había pasado en la primera Star Trek que dirigió J.J. Abrams hace ya algunos años, Star Trek: En la Oscuridad empieza con una pequeña secuencia casi aislada que se desarrolla completa antes de que aparezca en pantalla el título de la película. Si en la anterior esa secuencia era la de un parto y una muerte que abrían toda una nueva realidad en el universo de Star Trek (una nueva línea de películas, que estaba iniciando Abrams), en la primera secuencia de esta secuela lo que vemos es (tal vez) menos dramático: se trata de una misión (como cualquier otra) de la nave Enterprise. Hay riesgo, hay peripecias, hay personajes y un planeta (literalmente) coloridos, y hay un final para la aventura. Esta primera secuencia funciona casi como un corto y en realidad parece la versión condensada de lo que podría haber sido un capítulo de la hipotética nueva serie de televisión de esta nueva Star Trek.
La diferencia es evidente: si la primera Star Trek de Abrams debía crear un nuevo universo y recrear personajes ya viejos y conocidos, Star Trek: En la Oscuridad trabaja sobre terreno construido. Eso le da una ventaja: no tiene que explicar nada ni recurrir a largos recorridos a través de la vida de sus personajes. Pero también genera un problema: en parte la razón por la que su primera Star Trek había funcionado tan bien era que al quebrar con las películas preexistentes (aunque, obviamente, sin traicionarlas), esta nueva versión para nuevas generaciones podía tomarse unas cuantas libertades y, sobre todo, construir sus personajes frente al espectador. No hacía falta ser un fanático de Star Trek para disfrutar de Star Trek: Abrams le ponía todo el pulso y todo el corazón a sus personajes para que sufriéramos y disfrutáramos con ellos a través de una historia llena de luces y un ritmo sostenido. En cambio, Star Trek: En la Oscuridad tiene más anclas en el pasado y ese peso se siente. No se trata únicamente del hecho de que esta nueva Star Trek remita constantemente a la anterior (fortaleza y debilidad de toda secuela: poder armar sobre lo ya armado, pero a la vez depender de aquello que no está directamente frente al espectador), sino que sorprendentemete esta nueva película remite de una forma importante a todo el universo preexistente de Star Trek: no solo por la aparición de un villano que los trekies ya conocerán, sino fundamentalmente por anclarse en ciertas concepciones generales de la saga que para un espectador nuevo no son tan claras (fundamentalmente, la misión y los valores que representan la Flota Estelar y, por extensión, sus miembros). Hay demasiados datos y un universo demasiado amplio que atraviesan Star Trek: En la Oscuridad y Abrams es suficientemente sabio como para no detenerse a explicarlos.
A pesar de todo esto, la gran virtud de la nueva película de Abrams siguen siendo sus personajes. Si en la película anterior la gran protagonista era la acción, que llevaba todo adelante y a través de la cual íbamos descubriendo unos personajes que terminábamos por querer, en esta el centro son los personajes mismos. Esa primera secuencia antes de los títulos marca ya (aunque en el momento no se vea tan claramente) el tema de la película: más que una de ciencia ficción y naves espaciales, Star Trek: En la Oscuridad parece una bromance, una película de amistad masculina atravesada por el humor pero también por una corriente pareja y segura de sentimientos. No hay timidez y no hay dudas: los hombres de Abrams se quieren y lloran (poco) cuando las circunstancias lo requieren. La gran escala de la aventura (bien sostenida) nos permite también temer por los protagonistas; el amor y la muerte campean siempre en esta película.