La tercera entrega de la resucitada saga nos reúne con los personajes de las dos anteriores un tiempo después de los eventos acaecidos unos años después de la segunda.
Consolidado como el Capitán del Enterprise, Kirk esta cansado del tedio y la monotonía de las misiones en busca de nuevas formas de vida inteligente para lograr lazos diplomáticos y seguir explorando el universo. Decidido a dejar el mando de la nave, acepta una última misión: rescatar a una tripulación varada en un planeta extraño luego de rescatar a una sobreviviente de la misma.
Si el argumento les parece frágil y endeble es porque, sinceramente, lo es. Últimamente las películas de ciencia ficción parecen estar cortadas por una matriz que se repite incansablemente, decorada como para no parecerlo, pero profundamente similares unas a otras.
Otra vez el héroe descontento con su vida, como si fuera un potro domado que añora las épocas en las que corría libre por el campo, al que se le presenta en el momento de abandonar todo, un evento catastrófico que lo ayuda a poner en perspectiva su aparente descontento y así ver que estaba donde tenia que estar… (Y es tan remanido que ni siquiera es solo a Kirk al que le cuadra esta descripción EN ESTA PELICULA)
Un villano genérico, con voz de ultratumba y facciones demoníacas, que persigue algo que no sabemos bien que es pero esta dispuesto a hacer cualquier cosa por eso, es el agregado final a esta receta repetida, que como en las cadenas de comida rápida, se ha convertido en la clave del éxito, pero a su vez, ha transformado algo único y asombroso, ese universo rico y exótico, en algo que nos da la sensación de deja vu, y que eventualmente se fundirá en un único recuerdo, ya que apuesto que en unos años, nadie podrá distinguir que cosas pasan en Star Trek 1, cuales en la 3 y cuales en la 550.
Con intentos fallidos de Simon Pegg por ser gracioso, grandes efectos especiales, y un par de escenas de acción bien logradas, sinceramente esta entrega, en lo personal, me decepcionó.