Los herederos del primer Capitán Kirk siguen de viaje
Mitad franquicia, mitad mitología pop, cualquier nueva variación de "Star Trek" siempre tendrá gran atractivo para los fans del cine de ciencia ficción, y ni hablar para los "trekies" (los cultores a muerte de este fenómeno iniciado en la TV estadounidense de fines de los 60). La saga había tomado una nueva y formidable dimensión con las dos películas anteriores de J.J. Abrams, con un elenco minuciosamente elegido para que esté a la altura de las circunstancias en los papeles clave, desde el Capitán Kirk (Chris Pine) y Spock (Zachary Quinto) hasta los queribles secundarios de Chekov (el difunto Anton Yelchin), o el Ingeniero Scottie (Simon Pegg, aquí también guionista). Este y otros detalles de la nueva franquicia están vigentes en esta nueva película dirigida por Justin Lin, que en lugar de apelar a los efectos especiales y a la superacción, intenta retomar la nostalgia y el humor ingenuo de la vieja serie de TV.
La idea suena bien en los papeles, pero no tanto en la práctica. "Esto se está volviendo cada vez más episódico", concluyen Kirk y Spock en un diálogo al principo de un film sin mucho ritmo y con una trama llena de baches y un tanto remanida. El argumento tiene que ver con una marciana malísima, interpretada por un hipermaquillado Idris Elba, que si bien no deja de tener su atractivo está lejos de archienemigos gloriosos, como el temible Kahn. Este belicoso alienígena, Krall, quiere algo que está en el Enterprise, y la labor de los héroes es defenderse de este peligro, pero el problema es que tal vez por ser antes que nada un gran comediante, Simon Pegg antepone el humor y las relaciones humanas (a veces también volcánicas) a la tensión, que en momentos clave brilla por su ausencia. Con todo, hay atractivo visual, muchos personajes legendarios que revelan secretos que ya se intuían antes, y un buen par de escenas de acción cósmica como para que el resultado no sea una decepción.