Star Trek: sin límites se trata de una película simple pero eficaz, cumpliendo su razón de ser como una loable producción de ciencia ficción con muchísima acción y entretenimiento, enmarcada en el universo alguna vez ideado por Gene Roddenberry.
Desde hace ya 50 años, Star Trek se posicionó como un bastión de la cultura popular con la piedra filosofal de una gratificante serie de televisión protagoniza por William Shatner y Leonard Nimoy. En cada episodio, la tripulación del USS Enterprise quedaba varada en algún planeta desconocido, recreado en un estudio de TV mediante escenarios de papel mache que disparaban el imaginario al infinito y más allá. Cada semana estos relatos exploraban la resolución de conflictos y relaciones de la humanidad con las demás especies inteligentes del universo. Esto era verdaderamente la esencia misma de la serie: la aventura y exploración del universo, no la conquista.
Hace algunos años, más precisamente en 2009, J.J. Abrams -gurú de la cultura pop contemporánea- ideo el retorno a la franquicia de la tripulación del USS Enterprise adaptándose al vértigo narrativo de las superproducciones contemporáneas, dando curso a la temeraria idea de no caer en usual el reboot Hollywoodense que desechara todo lo aportado durante décadas por la serie de TV original de Shatner y Nimoy. Abrams se valió idóneamente del recurso de un universo paralelo para vincular las vivencias de la tripulación original de hace 50 años con las juveniles contrapartidas de Kirk y Spock, ahora interpretadas por Chris Pine y Zachary Quinto.
En las dos entregas precedentes, Star Trek (2009) y Star Trek: En la oscuridad (2013), JJ Abrams ofreció un destacado –polémico para algunos- renacimiento para Star Trek subrayando el respeto por la obra original. En esta oportunidad Justin Lin (Fast & Furious 5 y 6) se hace de la dirección de Star Trek: Sin límites, con mucho por demostrar. Todas las miradas estaban acechantes ante el director taiwanés, quien supo aportar un loable pulso narrativo a las aventuras del universo de Star Trek.
El comediante británico Simon Pegg, además de co-protagonista usual de la nueva franquicia, es también el guionista de esta nueva entrega, junto a Doug Jung, aludiendo a una propuesta narrativa plausible e intensa con algunos sorprendentes giros argumentales, sin olvidar la química entre los personajes de este siempre fascinante universo.
A Justin Lin y Simon Pegg les basta con tan solo algunas secuencias donde el humor y la melancolía describen la monotonía en la vida que sostiene la tripulación del USS Enterprise embarcados en una misión de paz por la galaxia. Es en esta instancia que despiertan en nuestros héroes algunas preguntas existenciales respecto de sus relaciones interpersonales y su futuro inmediato, cuestionando la validez de aventurarse en cometidos diplomáticos que toman anclaje en la introducción de cada episodio de la serie original en la voz de William Shatner:
“El espacio: la última frontera. Estos son los viajes de la nave estelar USS Enterprise, en una misión que durará cinco años, dedicada a la exploración de mundos desconocidos, al descubrimiento de nuevas vidas y nuevas civilizaciones, hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar.”
En Star Trek: sin límites se mantiene intacto el legado fundamental de la serie de TV: Un mensaje de tolerancia aun en momentos difíciles. Instancia que sirve como alegoría actual ante una realidad y panorama internacional contundente donde las noticias y titulares describen el terrorismo y el odio inherente a diferencias ideológicas.
Más allá de la fortuna y brillante estrella que ilumina a la Federación de Planetas en el universo, subyace un entramado turbio. Siendo la tripulación del USS Enterprise en su vocación como embajadores de paz, quienes deban de lidiar con las vicisitudes inherentes a las redes de corrupción y secretos políticos sobre los que se sustenta la institución.
Una de las constantes en la nueva saga de Star Trek es el peso específico de los adversarios que ha enfrentado la el capitán Kirk , el Señor Spock y la tripulación del USS Enterprise, si bien ofician como villanos, es muy difícil no comprender la vehemencia en la causa que emprenden estos marginales abandonados en la galaxia: desde Nero el temible Romulano interpretado por Eric Bana en Star Trek (2009). Más tarde llegaría Khan el terrorista de impronta Shakesperiana a cargo de Benedict Cumberbatch en Star Trek: En la oscuridad (2013). En esta oportunidad el insurgente Krall gana la pantalla mediante la presencia siempre imponente de Idris Elba detrás de una intimidante mascara y maquillaje que no atempera la intensidad de su parsonalidad. Todos y cada uno de estos adversarios son mucho más que villanos de turno, simbolizan la furia de las víctimas de daños colaterales sobre los que se erige la “inmaculada” Federación Planetaria.
Con Star Trek: sin límites el realizador Justin Lin, avalado por J.J. Abrams, ofrece una despampanante aventura que actualmente ha reavivado el interés de la audiencia por el universo creado por Gene Roddenberry, una franquicia que hoy sostiene velocidad crucero después de 13 películas y más de 50 años de existencia .