La entrega de la saga dirigida por Justin Lee, además de poseer un espíritu de aventura con todas las letras, resalta el lado sensible y cotidiano de los personajes.
Hace 50 años que este western espacial se mantiene vigente y cultivando admiradores, por eso festeja —merecidamente— un nuevo aniversario con una entrega dinámica y colmada de acción. La historia es conocida, la tripulación de la famosa nave Enterprise se embarca en una nueva misión de paz. Esta vez, los protagonistas ayudarán a una extraña visitante que tiene su tripulación varada, hasta que se darán cuenta de que les han tendido una trampa.
Antes de dicha misión varios miembros de la dotación dudan sobre su rol en la nave, si es lo que quieren para su vida. La destrucción casi total de la misma servirá para que cada integrante reafirme su lugar en el grupo. Star Trek: sin límites propone una historia sin grandes ambiciones, pero que cumple con creces lo que sugiere: actuaciones sólidas, despliega el concepto de aventura y los efectos especiales están a disposición de la trama, sin sobrepasarla.
El film no intenta recurrir solo a golpes de los efectos. El argumento nos muestra una narración sofisticada, plagada de misterio, grandes peligros y eventos inesperados. Respecto al tratamiento de los personajes, podemos ver a gente cansada, que extraña algo, tiene debilidades, dudas, se enamora y también mata las penas con un buen trago, recurso que brinda mayor empatía con el espectador.
Los amantes de la saga quedarán, sin duda, más que satisfechos con esta nueva entrega que respeta no solo el espíritu de la serie, sino también el de sus míticos protagonistas como el capitán Kirk (Chris Pine) y un elegante Spock (Zachay Quinto). Además, se introduce nuevos personajes que se acoplan a la perfección a este universo en el que el humor, la aventura y la acción van de la mano. Nos podemos quedar tranquilos porque la nave de Justin Lee está más que preparada para despegar de nuevo.