Que yo recuerde, ninguna película en la historia del séptimo arte, tuvo este nivel de expectativa. En pocas palabras, llegaba el fin de una saga que comenzó en 1977, creo universos en cada medio creado y existente, y atravesó generaciones de padres e hijos…
Hoy, a un día después de haber visto la película, y haber digerido con ella más de 40 años de previa, puedo decir que tengo un sabor agridulce en la boca.
El gran problema, a mi entender, es que la historia no tiene ningún sentido. No solo no sigue los cánones del universo Star Wars, sino que fuerza situaciones y manipula de manera infantil a la audiencia para llegar a un lugar que sorprenda, pero de la peor manera. Es imposible hablar de este problema sin spoilear, pero básicamente se podría ejemplificar como si en el Padrino 3, Michael Corleone desarrollara la telequinesis y se pusiera una ferretería. Todos nos sorprenderíamos, pero nadie quedaría satisfecho.
A los inmensos e irrisorios problemas del guión, se suman los personajes de exposición como no se han visto desde las precuelas (gente que aparece de la nada, explica la trama de manera cuasi narrativa en off, y desaparece sin peso alguno), y los diálogos forzados para generar dinámicas inexistentes, como amistades, camaraderías, y hasta relaciones amorosas sin ningún sustento en la trama o siquiera ingerencia en el arco dramático de la historia.
Pero para que no sean todos palos, fotográfica y técnicamente la película es superlativa, con todo lo que uno debe esperar de una película de Star Wars, y la nostalgia, aunque a veces forzada, cumple y es necesaria por lo que decía al principio, hace 40 años que venimos esperando esto.
En conclusión, si bien la película falla en muchos niveles, siempre es un buen día cuando nos podemos sentar en una sala oscura, leer en la pantalla “Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana…” y sabemos que lo que sigue, será algo que nunca vimos.