La responsabilidad que J.J Abrams asumió a la hora de dirigir The Rise of Skywalker fue titánica: no sólo tenía que hacer honor a la saga original de George Lucas, sino también reparar los errores cometidos en The Last Jedi (que fueron unos cuantos) y al mismo tiempo darle un final satisfactorio a esta nueva saga que comenzó allá por el año 2014 con The Force Awakens.
Ciertamente no pudo haber sido tarea fácil, pero se las arregló bastante bien.
La historia arranca bien arriba: Kylo Ren (Adam Driver), ahora Líder Supremo de la Primera Orden, recorre los lugares más recónditos de la galaxia buscando el origen de una misteriosa grabación que parece provenir del difunto ex Emperador Palpatine. Rey (Daisy Ridley), por su lado, entrena duramente para convertirse en una Jedi y así poder ganarse el sable láser de Luke (Mark Hamill), bajo la mirada atenta de la General Leia Organa (Carrie Fisher). Pero no consigue lo que quiere, porque la carcome una contradicción interna que no termina de comprender…
The Rise of Skywalker no es una película de Star Wars: es LA película de Star Wars. ¿Qué significa esto? Que hay más Star Wars en esta última película que en todas las demás juntas. Y tiene sentido, ya que viene a cerrar un arco narrativo que lleva construyéndose por más de 40 años. Tenía que ser, por lo menos, un final ÉPICO.
Y realmente lo es.
J.J. Abrams logró volver a capturar esa mística característica del universo Star Wars, que se había perdido en la entrega anterior (The Last Jedi). Y si bien una de las grandes críticas que ha recibido The Rise of Skywalker es que parece sólo hecha para sus fanáticos (y es cierto), no veo porqué esto tiene que ser algo negativo. Star Wars es una historia que traspasa la pantalla y que ha acompañado generaciones de fans a lo largo de sus vidas, ¿por qué no hacer una película para dejarlos satisfechos y felices?
Además, no todo es “fan service”: también se toma su tiempo para contestar una gran parte de las incógnitas que habían dejado las entregas anteriores; resuelve satisfactoriamente los puntos más criticados de The Last Jedi e introduce nuevos personajes e historias que podrían continúen en futuras películas.
¿Tiene problemas? Claro que sí. Como cualquier película de Star Wars, no tiene un guión muy elaborado ni una historia muy compleja: por momentos puede parecer predecible y hasta inocente; los malos son siempre muy malos y los buenos siempre muy buenos; y el bien siempre debe triunfar sobre el mal. ¿Pero a quién le importan estas nimiedades cuando podemos volver a ver a Lando Calrissian (Billy Dee Williams) pilotando el Millennium Falcon por última vez?
Y para ser justos, también tiene algunas sorpresas que son realmente emocionantes (aún más si sos fanático de la saga, claro).
Me atrevo a decir que tanto aquellos que crecieron con la historia como los nuevos fanáticos que se sumaron en estos últimos tiempos, van a disfrutar muchísimo y quizás hasta derramen un par de lágrimas con este gran final digno de Star Wars.
(Por lo menos hasta que Disney decida reiniciar la historia otra vez.)
Por Mariana Van der Groef