Dejando de lado el furor y el fanatismo que esta histórica saga despertó alrededor del mundo entero, es sabido que cada estreno de “Star Wars” resulta un evento especial, constituyendo un universo con entidad propia alrededor del cual George Lucas construyó un imperio cinematográfico inconmensurable. Impensado destino le esperaba al fundador de la productora Lucasfilm Limited, que comenzara su carrera como director con un título tan representativo del cine independiente neo-hollywoodense como “American Graffiti” (1973).
A lo largo de los últimos 40 años, esta obra perdurable ha conseguido romper los esquemas clásicos del relato, conformándose en un estandarte de la manera de contar posmoderna del Hollywood comercial, paradigma del cine indisociable de su estrategia de merchandising que por aquellos años tomaba el nombre de ‘películas high-concept’ según la corriente teórica estética. En cada entrega de la saga, Lucas (o el cineasta elegido para colocarse detrás de cámaras al frente del proyecto) nos presenta una aventura que plantea ambiguas relaciones entre sus protagonistas alteradas por engaños, sospechas y venganzas.
Estos conflictos contrastan la oscuridad amenazante del orden social, al lado más luminoso que sus personajes ofrecen como antídoto último al mal: la poderosa filosofía detrás de la fuerza. La suma de estas partes conforma una arquitectura perfecta de despliegue monumental que auguró la revolución tecnológica digital de fines del siglo XX, convirtiendo a “Star Wars” en una perfecta maquinaria de brillante arquitectura ideológica. Por su elenco, supieron desfilar figuras de fuste del Hollywood del último cuarto del siglo XX, como Harrison Ford, Mark Hammitt, Carrie Fisher y Alec Guiness.
Desde su inicial premisa, Lucas exhibió el tecnicismo al servicio de la galaxia de celuloide ideada con un detallismo sin igual. Inclusive incorporando guiños a típicos recursos gramáticos del género de los años ’30, como su estilo clásico de encuadre y barrido que remite a las producciones de culto de antaño. Estos elementos convierten a la saga en una experiencia única e imprescindible; tanto comercial como culturalmente su gran aporte a la meca cinematográfica excede a los fanáticos del género.
Hasta aquí la historia de un legado incuestionable. Bien, cabe preguntarnos, ¿cómo se inserta la maquinaria Star Wars dentro del vertiginoso relato cinematográfico de nuestro presente? A comienzos del nuevo milenio, George Lucas colocará el legado de su creación al servicio del entretenimiento, consiguiendo un digno producto a la altura de lo esperado con “La Amenaza Fantasma” (1999), “El Ataque de los Clones” (2002) y “La Venganza de los Sith” (2005), cerrando la segunda parte de la trilogía con los Episodios I, II y III. “Star Wars” representa una profunda mirada al universo de un creador único, obsesivo y apegado a su preciada criatura.
Este enjundioso cineasta hizo de su galaxia una obra cinematográfica íntegra, entregándole por completo su vida artística, a cambio de hacerse dueño de su propio cosmos inter espacial. En búsqueda de nuevas aventuras, le seguirían muy promocionadas incursiones, sucediéndose en un vértigo de generación espontánea: “Episodio VII” (2015), “Star Wars: Los últimos Jedi” (2017) y hasta dos celebrados spin-off: “Rogue One” (2016) y “Han Solo” (2018), acoplándose a las modas imperantes de reciclar historias y personajes hasta más no poder.
La orfebrería visual ideada por el gestor de la saga “Star Wars” se transformó en un producto cinematográfico al que le dedicó su carrera entera, sobrepasando la dimensión audiovisual para convertirse en auténticas obras que excedían el acontecimiento cinematográfico. No resulta menor observar estos universos (y su merchandising alrededor) que han ido evolucionando, a la par de su creador, a lo largo de los años hasta diseminarse en diversos formatos, para retornar a la gran pantalla una y otra vez, aún sin la magia de antaño.
En este marco histórico se inserta la nueva creación de J.J. Abrams (“Misión Imposible III”, “Super 8”), un cineasta que hereda una pesadísima carga (también hordas de fans ultra exigentes) y busca estar a la altura del legado galáctico, en busca de darle un cierre digno a la última trilogía de la antología creada por Lucasfilm. Unas primeras observaciones sobre este nuevo ejercicio “Star Wars” otorgan crédito al creador de las exitosas series de TV “Alias” y “Lost”, quien demuestra absoluto profesionalismo al desenvolverse como un auténtico artesano en el género, revalidando credenciales expuestas en la saga “Star Trek”, que adaptara al cine en 2009 y 2013.
Ofreciendo divertimento a granel (tal y como los fans incondicionales de la saga esperan), y aún conociendo sus limitaciones en comparación con la trilogía original, “Star Wars: El ascenso de Skywalker” se propone como un viaje nostálgico al corazón de una saga que atravesó cuatro décadas y varias generaciones. Sin alcanzar el nivel épico y emotivo, ni la precisión narrativa de la que gozaban las primeras entregas autoría de George Lucas, este episodio epílogo se aventura como un satisfactorio muestrario del universo y la mitología tan hiperbólica como pasatista que encandilara, por décadas, a incondicionales de la franquicia que se convirtiera en un fenómeno de la cultura popular sin parangón en la historia del cine.
La novena puerta se cierra y jóvenes adultos despertarán a una perenne fantasía galáctica. Que la fuerza los acompañe…