El Ascenso de Skywalker está finalmente entre nosotros, pero antes de comenzar dejemos algo en claro: Una Nueva Esperanza, El Imperio Contraataca yEl Retorno del Jedi son las Star Wars que genuinamente son historia del cine, y de un modo descomunal. Ellas y no otras.
Estas tres películas sacaron adelante el blockbuster moderno. Presentaron una metodología innovadora de efectos visuales, e introdujeron las enseñanzas mitológicas de Joseph Campbell a cualquier estudio profundo sobre cómo escribir películas de aventuras de gran octanaje.
Dicho eso (y aunque los fanáticos del núcleo duro quieran disparar sobre quien estas palabras escribe), si las precuelas y secuelas que llegaron después son «historia del cine», es por simple herencia, por simple asociación, por la convocatoria innegable de un producto que demostró su valía e innovación hace ya más de cuatro décadas.
Sin embargo, lo que está en juego aquí no es lo asociativo o su valor histórico, sino los valores de entretenimiento en los que se inscribe. Eso es lo mínimo indispensable que debe cumplir una película de Star Wars en cuanto a legado, si se lo quiere llamar así.
Tenemos entonces la obligación de decir que, incluso con las desventajas que podemos encontrarle, Star Wars: El Ascenso de Skywalker es, de hecho, una película entretenida.
Es un final y basta…
Desde el vamos, a la película se la acusa de tener que parchar lo que muchos alegan son errores cometidos en la anterior entrega dirigida por Rian Johnson. También se le suma el hecho de que J.J. Abrams debió lidiar con la historia que Colin Trevorrow le dejó antes de abandonar el proyecto (cuya acreditación final no sabemos hasta qué punto es profunda y hasta qué punto es obligación sindical). Además tuvo que bordear la inesperada muerte de Carrie Fisher, en cuya Princesa Leia iba a estar anclado este último episodio, dependiendo así de retazos no utilizados en episodios anteriores para componer su presencia en el mismo.
No fue una tarea fácil, era caminar sobre hielo delgado. Por eso, que de todos estos problemas salga una película medianamente entretenida, es una virtud para nada menor.
A nivel argumental posee un ritmo muy fluido, carente absolutamente de tiempos muertos. Hay escenas de acción hechas con gran dinámica, más una química de los personajes que rebosa de complicidad entre ellos y con el espectador.
La comedia es reducida a lo mínimo indispensable, pero cuando llega consigue sacar una sonrisa, casi siempre a causa de un problema que sufre C3PO en orden de que los personajes puedan salir adelante con la trama. Es grato ver cómo le dieron un papel más extendido en la función de comic relief que tuvo desde el principio de la saga.
La presencia de la Princesa Leia en la historia es resuelta con muchísima dignidad y coherencia con el universo establecido. A la presencia de Palpatine, anticipada en el trailer, no se le da más espera o misterio del que verdaderamente merece, cosa que se agradece.
A pesar de que le reconocemos el enorme logro de no aburrir, no todo son rosas para este último episodio. Donde lo argumental, el obstáculo físico, se muestra sólido, el emocional no lo es tanto.
Las emociones de las dos figuras protagonistas, Rey y Kylo Ren, no son acopladas adecuadamente a lo físico, obligando muchas veces a tener que explicar lo que se podría manifestar en acciones. Dichas explicaciones, y algunas de sus resoluciones, son demasiado expositivas, convenientes. No pocas veces apuntan a una nostalgia que llega a hacerles más daño que beneficio. Esto le quita profundidad, impacto, y hasta el asombro que supo cosechar El Despertar de la Fuerza, algo que no pudieron extender a las películas siguientes.
El ejemplo más claro de lo que quiero decir está en una simple comparación. Sí, las comparaciones son odiosas, pero inevitables cuando se trata de una franquicia establecida: en El Despertar de la Fuerza, LA gran revelación es percibida como una genuina sorpresa, mientras que LA gran revelación de El Ascenso de Skywalker no lo es tanto. Su explicación, aunque lógica, no deja de ser apresurada y poco satisfactoria.
En cuanto a visual no hay mucho que agregar, es la carta de presentación más fuerte que tuvo la franquicia desde siempre, y aquí eso no cambia mucho.
El nivel actoral es adecuado y a la altura de las circunstancias. Si hay algo histórico que le podemos llegar a deber a estas secuelas, es haber puesto a Adam Driver en el mapa de muchos espectadores. El actor tiene un gran lucimiento y compromiso en su papel de Kylo Ren. Igualmente es necesaria una mención especial a Richard E. Grant, quien entrega una lograda interpretación, como un gélido General, en el poco tiempo de pantalla que le dan.