32 años. Ese es el tiempo en que los fans de Star Wars estuvieron esperando una secuela decente de la película que idolatraron desde su infancia. Algo que prolongara las aventuras de los héroes legendarios, que respetara la mitología y que, sobre todo, fuera emocionante. Nada de tipos saltando desde 10 pisos de altura sin lastimarse, o de enanos dando volteretas en el aire y que después se la pasan rengueando con un bastón; o sapos parlanchines e insectos ridiculos de mal genio pensados únicamente para generar merchandising infantil. Atrás quedaron los malos romances y los temibles diálogos. Desaparecieron las estupideces de los hipocloritos, midiclorianos o como diantres se llame lo que figure en la sangre para medir científicamente que uno es el chosen uán. A quén carajo le importaba la suerte de un pibe perdido en un planeta desértico si desde 1977 hemos estado esperando correr nuevas aventuras con Luke Skywalker, Han Solo y el resto de su troupe de héroes. Lo que ocurre es que, agotado el talento, entra el pánico escénico: si metia la pata con una secuela directa de un original tan venerado como imbatible, George Lucas corría el riesgo de matar a la gallina de los huevos de oro: su fuente eterna de dinero gracias a un merchandising interminable que se prolongó hasta 4 décadas después de su natural fecha de vencimiento. Hoy en día nadie fabrica videojuegos de Lo que el Viento se Llevó, hace luncheras de la Trilogía del Dolar de Sergio Leone, o siquiera vende merchandising a nivel masivo de 2001, Odisea del Espacio simplemente porque fueron productos de su tiempo y han quedado relegados a la categoría de recuerdos. Es por ello que sería injusto desconocer el mérito de Lucas en esto, en el hecho de mantener la leyenda viva y vigente para las generaciones surgidas a lo largo de 40 años; pero cualquier universo de ficción precisa evolucionar y expandirse para poder sobrevivir y, sobre todo, debe respetar las expectativas de los fans. Lástima que la cobardía creativa lo llevó a embarcarse en la construcción de una saga de horrendas precuelas, las cuales fueron odiadas por todo el mundo y siendo él el único que abogó por mantenerlas a flote a toda costa como si se trataran de productos minimamente potables.
Debo admitir que no soy un gran fan de La Guerra de las Galaxias. Me gustó la primera, el resto me parecieron ok, y las precuelas las odié con toda mi alma. Siempre me parecieron algo ñoñas, carentes de filo, cuentos juveniles sobre producidos. Aún con todo ello abracé con fruición su mística por fuera de los filmes: es que los mismos tenían ocurrencias geniales - las naves, los sables laser, Darth Vader, la música - que funcionaban muy bien en otro entorno (por ejemplo, he quemado mi vista (y mi trasero) en interminables partidas de los simuladores X-Wing y Tie Fighter y he probado casi todos los juegos de estrategia basados en Star Wars). Le faltaba un enfoque mas maduro y, aunque La Guerra de las Galaxias: El Despertar de la Fuerza no es un avance enorme ni un cambio radical de la mecánica de la saga, al menos da algunos pasos en el sentido adecuado. Hay violencia, sangre y matanzas, y la amoralidad flota en el ambiente.
Ciertamente hacerse cargo de semejante monstruo debe haber sido una tarea tan fascinante como aterradora. Imagina que la saga mas amada del planeta le ha sido arrebatada a su dueño - por mal ejercicio de su patria potestad - y ahora te la han dado a ti. Es una oportunidad algo tardía - si esto hubiera pasado en 1999 (cuando llegaron las precuelas), tendrías a un Harrison Ford o un Mark Hamill aún frescos y con años por delante para correrías arriesgadas y creíbles - pero aún tenemos algo de tiempo para aprovechar lo que el destino nos ha dejado en el estado en que se encuentre. La magia digital ha avanzado hacia limites imposibles; los protagonistas originales están algo vetustos, y John Williams siempre está a mano como si viviera en un frasco de formol. Entonces, ¿qué hacer?.
Si Lucas tuvo pánico escénico y decidió escaparse por la tangente con sus precuelas, J.J. Abrams decidió hacer la gran Superman Returns y recicló una enorme cantidad de elementos de los filmes originales: respetando mitología, continuidad y emotividad - como hizo Bryan Singer en la aventura del encapotado - se aseguró efectividad y el respeto por parte de los fans y la crítica especializada. Abrams cuenta con la ventaja que aún dispone de los vetustos y oxidados ídolos del original, con lo cual no es necesario un polémico (o discutible) reemplazo. Sumémosle algunos protagonistas frescos que sí puedan saltar y pelear, y agregue una enorme cantidad de nostalgia. Oh, sí, hay mucho reciclado en El Despertar de la Fuerza y - en el caso del climax - el olor a recalentado puede resultar bastante molesto pero, a diferencia de las idioteces que George Lucas rodó a partir de 1999, el filme de Abrams emociona. Es lo que ocurría con Singer y Superman Returns, con el hombre de acero volando sobre el planeta y guiñando a la pantalla tal como lo hacía Christopher Reeve, o el placer de escuchar la partitura original, el deleite de ver que los protagonistas mantienen su personalidad aún después de varias décadas de inactividad y de ser interpretados por otros actores.
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Lo primero que me gustó fue la camada de recién llegados, que son excelentes en lo suyo. Oscar Isaac, el cual siempre detesté desde Sucker Punch, va camino a una segura rehabilitación conmigo - es un delicioso engreído, tan simpático como valiente -. John Boyega mezcla heroismo y comicidad con absoluta naturalidad. El nuevo robot BB-8 es un ladrón constante de escenas y tiene mas expresividad que el antiguo R2D2 (es increíble lo que puede hacer sólo moviendo la cabeza). Pero las palmas se la lleva Daisy Ridley: es emocional, fuerte, despierta, hermosa y carismática. Oh, yes: the recycled is strong in this one: otra persona que vive en el desierto y encuentra un robot que contiene un secreto, el malo que viene con las tropas a obtenerlo y tortura a los héroes, la super arma planetaria que va a arrasar todo en cuestión de segundos, el salvataje a ultimo momento por parte de un grupo de tipos valientes. Como Star Trek: The Next Generation cada personaje nuevo es un licuado de personajes preexistentes: Finn tiene algo de C3PO, Rey es el par femenino de Luke Skywalker, y Poe Dameron (imagino a los tipos que escribieron esto inventando el nombre de Cameron Poe y buscando recetas para que no sonara tan corriente) es un Han Solo enrolado en la milicia. Mientras que el trío (y el robot) deslumbran, lo que me resulto mas deslucido es la inserción de los personajes clásicos: Carrie Fisher está demasiado vieja y inexpresiva como para transmitir algo, Harrison Ford da la impresión de funcionar en piloto automático, lo de Chewbacca no es mas que un cameo extendido y lo de Mark Hamill es tan corto que uno se lo pierde si pestañea demasiado. Digo: esta gente cuando aparece en pantalla el público lo aplaude de pie - y lo mismo ocurre con la utilería, sea parlante o no; son formidables las entradas del Halcón Mileniario y la sorpresiva aparición de C3PO - pero, a los que les toca actuar, pareciera que vinieran a media marcha. Ese es el problema de trabajar con tipos que bordean los 70 años. Gracias George Lucas: nos hiciste perder la flor de la juventud de nuestros ídolos cuando éstos aún podían mover musculos faciales en 1999.
Por suerte la trama es rápida y la accion es intensa. Los nuevos personajes son interesantes y llevaderos. Los combates rebosan excitación, en buena parte debido a que Abrams los sacó del contexto clásico - el espacio - y los puso sobre decorados reales (junglas, desiertos, lagos). Todo el filme da la impresión de ser Star Wars: Una Nueva Esperanza versión 2.0 con efectos mas modernos, guiños para los fans y detalles pulidos. Ciertamente la existencia de los filmes originales pesa ya que muchos de los mecanismos de El Despertar de la Fuerza funcionan por una cuestión de ineludible - e impresionante - carga nostálgica. Saquen a Han Solo o Leia (o reemplácelos por otros personajes con distintos nombres), y seguramente la trama perdería efectividad. Algo de eso ocurre con los villanos, ya que los históricos están muertos o desintegrados: hay un Moff Tarkin pelirrojo y algo gritón (que parece la versión malvada de Ron Weasley), un clon pendex de Darth Vader y un Gollum gigante con aires de emperador. Los tres están bien, pero distan de ser memorables: son funcionales a la trama, tienen sus momentos, pero carecen de misterio. El mas elaborado es el Kylo Ren de Adam Driver - con el cual el departamento de maquillaje se las ha apañado para hacerlo atractivo e interesante y tapar los radares que tiene por orejas -, otro tipo atormentado por problemas personales y que suele perder el temperamento a cada rato, algo que contrasta con la fria eficiencia imperativa de Darth Vader. Es un malvado ok, que tiene sus momentos de intensidad, pero que no genera una impresión durable. Al menos exuda bravura en el combate final, el cual me resultó mucho mas excitante que la mayoría de los duelos que pululan a lo largo de toda la saga.
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Star Wars: El Despertar de la Fuerza no es ni por asomo el colmo de la originalidad, ni tampoco es ese monstruo innovador del género que fue Episodio IV: Una Nueva Esperanza en 1977; pero posee un elemento que se había desvanecido en la franquicia, y es la capacidad de emocionar. Súmese la nostalgia, el reencuentro con nuestros idolos de la infancia recreando sus papeles clasicos, y obtendrá un éxito formidable. Es un licuado hecho con viejas ideas, pensado para fanáticos y neófitos, y que tiene cosas apasionantes para todos. La esperanza ahora es que no sólo cumpla lo que promete sino que se de maña para encontrar un camino nuevo, fresco y excitante, de manera de poder salir de la sombra del clásico que le antecede a la vez de generar su propia estatura y personalidad... un reto mas que dificil en vista de lo enorme y sagrado que resultan ser las credenciales previas de la franquicia.