El destino manifiesto y la singularidad intergaláctica del nuevo milenio.
La noción del “destino manifiesto” se forjó dentro de la cultura estadounidense como esa idea según la cual el país está destinado a expandirse, está -por algún motivo- condenado a la grandeza. Algo similar sucede en el universo de Star Wars: la saga que redefinió la ciencia ficción moderna y cambió el mapa genético de la industria del entretenimiento parece destinada a seguir expandiéndose a través de las generaciones ad eternum, y no hay ningún Jar Jar Binks ni midiclorianos que la detenga. El mal siempre resurge, el bien intenta prevalecer y aquellos involucrados se saben parte de algo inmensamente superior a la suma de todas las partes, algo por lo que siempre vale la pena el mayor sacrificio. Este es el tono que marca el espíritu de Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens, 2015).
Sintetizando la trama: de las cenizas del viejo Imperio surge La Primera Orden, un nuevo poder dictatorial con gran despliegue bélico -stormtroopers, naves y una Estrella de la Muerte versión 3.0- que amenaza con destruir todo lo conseguido por la República y los Rebeldes en la ya lejana época de Luke Skyawalker, Han Solo y la Princesa Leia. Ray (Daisy Ridley) es una joven que vive de juntar chatarra en Jaku, una árida región que nos retrotrae a la Tatooine de La Guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977); Finn (John Voyega) es un stormtrooper que cambia de bando cuando experimenta en primera persona la crueldad de La Primera Orden. La casualidad y el destino une a ambos personajes en lo que se convertirá en una aventura de auto-descubrimiento, la cual involucra llevar una preciada información a manos de los Rebeldes, clave para el sentido en el cual podría inclinarse la batalla.
Hasta bien avanzada la historia es difícil determinar quién es el personaje central, quién va a ser el núcleo de todo, pero eso no significa algo negativo sino todo lo contrario: nos encontramos sumidos en la mayor de las intrigas. Seguramente el hecho de que Lawrence Kasdan (guionista de El Imperio Contraataca) haya dado una mano con el guión al director J.J. Abrams (Lost, 2004; Star Trek: El Futuro Comienza, 2009) tiene mucho que ver en esto de dotar a El Despertar de la Fuerza de esa impronta nostálgica de la trilogía original. A diferencia de lo que sucedía con los personajes de las infames precuelas de George Lucas, aquí tenemos sujetos que experimentan sensaciones realmente movilizadoras, que atraviesan un arco dentro del relato, y eso lo vemos plasmado satisfactoriamente en pantalla. Los personajes tienen profundidad, logran identificación con el espectador. Abrams logra performances de alto nivel por parte de Ridley y Boyega, a la altura de la grandilocuencia de todo lo que sucede.
La estructura narrativa propiamente dicha toma prestados aquellos elementos fundamentales de Episodio IV: la irrupción del orden malvado, el viaje iniciático del personaje llamado a convertirse el héroe, la guía de la sabiduría, el sacrificio, el villano con un origen difuso. Pero eso no significa que todo sea una simple acción de “copy+paste”, y es ahí donde entra el concepto de la singularidad. ¿Acaso el universo de Star Wars está destinado a reiniciarse de tiempo en tiempo? ¿Las viejas historias necesitan volver a ser contadas? ¿Siempre presenciaremos el fin de un ciclo mientras se da inicio al siguiente?
Hubo otras dos películas en este 2015 que cargaron con el peso de reversionar éxitos antiguos: Terminator Génesis (Terminator Genisys, 2015) y Mundo Jurásico (Jurassic World, 2015). En ambos casos la nostalgia tomó control total y excesivo de la situación, con un resultado no fue el óptimo. El Despertar de la Fuerza hace un buen uso de la nostalgia, porque no la convierte en un fin en sí mismo sino en el medio a través del cual las nuevas generaciones de espectadores -y fans por supuesto- se acercan a una historia que nació hace prácticamente 40 años y dos generaciones atrás. Lo importante a tener en cuenta es que, en este reinicio, lo escencial va más allá de los sables láser, los stormtroopers y las estaciones espaciales. Vuelven a ser parte del núcleo temáticas universales como el destino de cada persona, los lazos interpersonales y la búsqueda constante de superación.
J.J. Abrams logra que su obra se destaque por un despliegue visual que la acerca mucho a la trilogía original. La mayor parte de lo que vemos en pantalla sucede justamente en cámara, algo que cambia rotundamente nuestra percepción. Las construcciones, las locaciones, las texturas, todo da la sensación de ser real, de ser algo que podríamos tocar con nuestra propias manos. El director insistió en filmar en 35mm para emular la estética visual de las originales y sin dudas fue una apuesta que pagó con creces.
Pero por sobre todo estamos ante un film que no para un segundo. Cada secuencia de acción desemboca en otra secuencia de acción, de ninguna forma se siente como algo vertiginosamente agotador y al mismo tiempo logra intersticios en los cuales desarrollar momentos de mayor peso dramático. Aquellos dispuestos a hilar extremadamente fino podrán encontrar cierto patrón establecido en entregas anterior desde lo argumental y algún que otro detalle no del todo desarrollado, pero tampoco es algo grave; en particular si recordemos que cuando todo empezó, teníamos a un viejo que decía ser un antiguo guerrero, hablando de una fuerza sobrenatural que forma parte de todo y hace que cada elemento del universo este en perfecto equilibrio. Star Wars siempre fue algo en lo que creer más allá de lo que indican los hechos empíricos, más allá de la lógica. No hay que saber todo ni tener una respuesta para cada pregunta… a veces menos es más.
Es por eso que El Despertar de la Fuerza es una pieza muy sólida dentro de la totalidad de la saga, una que vuelve a los orígenes tomando los elementos fundacionales y abriendo las puertas a una nueva aventura, tan atemporal como la eterna lucha entre el bien y el mal. Siempre que haya nuevas generaciones esperando que el mito sea rememorado, vamos a seguir teniendo Star Wars, así como en la ficción es necesario que nuevas generaciones conozcan el mito y formen parte de la aventura épica, lo mismo pasa del otro lado de la pantalla. Y tal vez esa sea la mejor forma de explicar este nuevo capítulo que de aquello que pasó hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana…