Una nueva esperanza
‘El despertar de la fuerza’ se parece demasiado a 'Episodio IV’ pero sienta las bases de una nueva trilogía que promete ser la mejor.
Suele decirse como si fuera una verdad tallada en piedra que la segunda trilogía de La guerra de las galaxias es muy mala. Volví a verla en estos días como precalentamiento para El despertar de la fuerza y no encuentro la manera de desmentir eso: realmente son flojas. El CGI exagerado, los diálogos horribles y algunos detalles estúpidos de la trama (la explicación científica de La Fuerza, la muerte de Padmé) nos hacen pensar que George Lucas la pegó una vez y después fue incapaz de estar a la altura de su propia creación.
Pero aún así, la segunda mitad de La venganza de los Siths logró erizarme la piel. No es por la pericia de su director y guionista, mucho menos de sus actores -el inefable Hayden Christensen, Ewan McGregor y una Natalie Portman reducida a su mínima expresión-, sino por el peso de la historia anterior. Toda esa segunda trilogía parece existir en función de que veamos cómo Anakin Skywalker se transforma en Darth Vader y esas escenas son emocionantes a pesar de la torpeza con que están ejecutadas. Alrededor de esa máscara negra que desciende sobre el rostro quemado del futuro villano gira no sólo una trilogía de películas que sabemos de memoria sino además los treinta años de un mito popular y, para los que tenemos casi 40, toda nuestra infancia.
Por eso la noticia de que Disney había comprado Lucasfilm y que J.J. Abrams se iba a ocupar de dirigir la primera de la nueva triolgía me esperanzó. Por un lado, porque Abrams es un director con talento para el cine de influencia clásica, como lo atestigua la spielberguiana Súper 8. Pero sobre todo porque el universo de La guerra de las galaxias necesitaba y merecía, además de una inyección de frescura, un plan a largo plazo, consistente, del que Lucas fue incapaz.
El resultado es el esperado. Abrams borra de un plumazo la estética de la segunda trilogía y vuelve a la mugre polvorienta de la primera que fue la que sentó las bases de su éxito. La semilla de la idea original de Lucas siempre fue “un western en el espacio”, y la arena de Tatooine vuelve en la superficie de Jakku, y los uniformes de los Stormtroopers vuelven a estar sucios y abollados. El despertar de la fuerza es una película de aventuras en el espacio a la manera de la película original de 1977 pero con mayor pericia narrativa, un par de escenas que alcanzan una tensión importante y más humor que todas las otras seis películas juntas.
Pero el peso específico de la historia y los personajes elevan esta película de aventuras correcta por sobre la media. Abrams y sus coguionistas Lawrence Kasdan -responsable de la historia de El imperio contraataca- y Michael Arndt -Toy Story 3, nada menos- se aprovechan de esto a la perfección, introduciendo nuevos personajes atractivos y usando con mesura y viveza a los anteriores.
Quizás lo que resulte un poco perezoso sea la similitud entre la historia de El despertar de la fuerza y la de la primera película. Por momentos casi parece una remake. Hay un villano con máscara (Kylo Ren, Adam Driver) que es secuaz de un villano más poderoso (Snoke, Andy Serkis), una joven que sueña con la Resistencia (Rey, Daisy Ridley), un androide enviado a un planeta lejano (BB-8) y parentezcos sorpresivos.
Pero más allá de este reparo, sin dudas es un gran comienzo de trilogía, que sienta las bases para una segunda película que probablemente sea aún mejor, ya despojada de la necesidad de diferenciarse de algunas cosas e imitar otras y con el comando de Rian Johnson, otro director muy promisorio -responsable de Looper – Asesinos del futuro, y uno de los mejores capítulos de Breaking Bad, “Ozymandias”-.
Gracias Lucas, pero ya no te necesitamos.