Respetando la estética y el concepto de las tres películas originales, el equipo liderado por el realizador J. J. Abrams entrega un atrapante relato de ciencia-ficción, acción y humor, y abre una puerta en una galaxia muy lejana.
La expectactiva terminó y Star Wars: Episodio VII: El despertar de la Fuerza es una realidad para beneplácito de sus seguidores. No es para menos tratándose de una película que ha atravesado a varias generaciones. Ésta sitúa la acción treinta años después de la trilogía original, La guerra de las galaxias, El imperio contraataca y El regreso del Jedi, las tres quizás más festejadas por el público.
El director J. J. Arbahms, un realizador muy bien posicionado en el género fantástico luego de la serie Lost, Montruoso, Super 8 y del reboot de Star Trek, sabe crear climas, dirigir actores y entrega un relato bien dosificado que presenta nuevos personajes a partir de subtramas que alcanzan el interés adecuado a partir del guión que le pertenece, junto a Lawrence Kasdan y Michael Arndt.
Star Wars: Episodio VII: El despertar de la Fuerza tiene todo para atrapar al público y recurre al toque nostálgico cuando trae nuevamente a Han Solo -Harrison Ford, quien aparece a los 45 minutos del film-, Leia -Carrie Fisher-, Chewbacca -Peter Mayhew- y a los recordados robots C-3PO y R2D2, que se mantiene en modo de "bajo consumo", además de una galería de criaturas asombrosas y nuevos personajes.
La galaxia todavía está en peligro y un misterioso guerrero, Kylo Ren -Adam Driver- sube al poder. Frente a esta nueva amenaza, surgen y cruzan sus caminos el soldado imperial Finn -John Boyega-, que traiciona a Ren y se une al piloto Poe -Oscar Isaac-, enviado por Leia para una misión importante y Rey -Daisy Ridley-, la joven que lleva una espada láser y está acompañada del simpático droide BB-8. La aventura y los desafíos los esperan en su camino para encontrar al guerrero más poderoso, el Maestro Jedi Luke Skywalker -Mark Hamill-.
El máximo acierto de la historia es conjugar en su medida justa la acción, la intriga -con una sorpresa que obviamente no develaremos- y la lucha de poderes a través de criaturas que desafían su propio destino. En esta oportunidad, los grandes escenarios, el despliegue visual de los combates entre naves y las peleas con sable láser en mano, nunca pierden la fuerza y se ven potenciados por los efectos digitales que no fagocitan una película que mantiene una estética clásica.
Todo está apoyado por la maestra batuta de John Williams, un elenco que sostiene el andamiaje y un buen uso del recurso del 3D que convence en sus secuencias para acentuar la profundidad de campo, las alturas y con una nave que parece salir de la pantalla.
El resto es puro disfrute para las nuevas generaciones y la excusa ideal para que los adultos vuelvan a una galaxia muy lejana, como si se tratara de un cuento que nos convierte, una vez más, en chicos con ganas de vivir muchas aventuras en el espacio.