Brillante, magnética, digna de las mejores piezas de la saga
La tenebrosa Primera Orden avanza hacia la conquista de la galaxia. La clave para detenerla está en un mapa, la punta del ovillo que puede derivar en el anhelado regreso de los jedis. Una chatarrera, un soldado desertor y un androide serán claves para la Resistencia.
Está absolutamente todo lo que un fan de Star Wars espera: el Halcón Milenario, las peleas con sables láser, los seres más exóticos que puedan imaginarse, locaciones maravillosas, Chewbacca, C-3PO, R2-D2, un Lord Sith y los personajes de siempre -con Han Solo a la cabeza-, a los que se suma la nueva generación. Felizmente, ese es el punto de partida de esta trilogía. J.J. Abrams se apropió de toda la iconografría y la liturgia que hacen de Star Wars un clásico moderno y los puso al servicio de la historia. El ejercicio nostalgioso que pudo haber sido “El despertar de la Fuerza” sucumbe ante la potencia de su propio relato. Abrams y Disney, propietaria del legado de George Lucas -a cambio de miles de millones de dólares, justo es decirlo-, nos han entregado una gran película.
Al “El despertar de la Fuerza” le sobra lo que les faltó a las tres precuelas: emoción. Y magia. Una de las razones del fenómeno Star Wars radica en ese componente invisible y complejo de definir, que pasa exclusivamente por el corazón del espectador. Abrams lo atrapó y lo tradujo en más de dos horas de acción, drama, suspenso, comedia y un espectáculo visual fascinante. Eso fue siempre Star Wars y ha vuelto.
La película remite a los episodios IV y V, que son a la vez los mejores de la saga. El monstruoso desierto de Jakku se enlaza con los arenales de Tatooine. Es el retorno del western espacial que tanto fascinó en los 80. La trama tejida por Abrams, Lawrence Kasdan (perfecta elección) y Michael Arndt está impregnada de sentimientos porque la épica cruza las relaciones colectivas con las personales. Star Wars, no lo olvidemos, es la historia de una familia disfuncional. “El despertar de la Fuerza” opera en ese sentido.
Abrams se toma su tiempo para estructurar a los personajes, que son muchos. Se agradece ese cuidado por la columna vertebral de Star Wars. Rey (Daisy Ridley) y Finn (John Boyega) son los nuevos héroes. Una mujer y un negro. Algo está cambiando en Hollywood. Las figuras clásicas van apareciendo de a poco, sabiamente dosificadas por Abrams. Eso hace de “El despertar de la Fuerza” una bienvenida sucesión de sorpresas.
Un consejo: es harto difícil aislarse del bombardeo de spoilers que caracteriza a la fiebre multimediática. Hay que hacer el esfuerzo y atornillarse a la butaca incontaminado. Se disfruta infinitamente más la experiencia y permite medir con claridad qué será de Kylo Ren (Adam Driver), quien sólo quiere ser tan poderoso como Darth Vader. El lado oscuro de la Fuerza es el más seductor.