Marca un nuevo momento histórico en el cine de ciencia ficción espacial
Cuando uno se encuentra como espectador frente a un fenómeno semejante como lo es la saga de Star Wars, indefectiblemente se ponen en juego las múltiples sensaciones que se conjugan y revuelven en la mente: espectacularidad, nostalgia, espíritu curioso, cierto temor, capacidad de reflexión, emoción, y por supuesto una profunda admiración.
El estreno de “Star Wars Episodio VII: El despertar de la fuerza” viene precedido de mucha/s historia/s. En principio, lo logrado por la trilogía basal (entre 1977 y 1983) como fenómeno cultural y re significación del cine de aventuras imbuido claramente en la lucha del bien contra el mal, nombradas “la fuerza” y “el lado oscuro” respectivamente. Luego, lo hecho por George Lucas dirigiendo los Episodios I, II y III que terminó por confirmarlo como el gran creador de este universo en desmedro de su capacidad como director. Finalmente la gran noticia del año pasado cuando Disney confirmó la compra de la franquicia y la puesta en marcha de una nueva trilogía para regocijo de billones de fans en todo el mundo.
Acá sí que la gran decisión, el gran cambio fundamental conformado como una apuesta a futuro, fue el iluminado llamado a otro iluminado como J.J. Abrahams. Es, para Star Wars, como si el Real Madrid comprase a Messi hoy. La referencia al equipo madrileño, en términos de rivalidad, no es casual porque el creador de “Lost” (2004/2010) venía de reinventar Star Trek, la saga que siempre ha corrido detrás del mundo de Darth Vader y compañía.
“Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana” (la particular forma de decir “Había una vez” acuñada por Lucas) es lo primero que leemos.
Luego vendrá la obertura de la banda de sonido de John Williamas que arranca el aplauso de todos.
Estamos situados unos 30 años después de que los Ewoks y los rebeldes festejaran el triunfo sobre el Imperio. Luke Skywalker (Mark Hamill) ha desaparecido, y la princesa Leia (Carrie Fisher) ha mandado a un piloto para tratar de encontrar el mapa que lo lleve a él, pues hay rumores de que el Imperio se está rearmando con un arma mucho más poderosa que la frustrada Estrella de la Muerte. Así las cosas. Poe (Oscar Isaac) es el piloto, Finn (John Boyega) es un soldado desertor, Kylo (estupendo, Adam Driver) viene a ser como el “nuevo” Vader, y Rey (Daisy Ridley) es una chatarrera que, como Luke en Episodio IV, vive casi resignada.
Sobre estos cuatro personajes girará una historia que se beneficia con la inclusión de los viejos y queridos de antaño. En especial Han Solo (Harrison Ford) y Chewbacca (Peter Mayhew) que se transforman en el puente que une la generación del “medio” con la actual.
Dos factores influyen claramente: la dirección de J.J. Abrahams que logra balancear (como un Jedi) las transiciones con las escenas de acción cada una en sus dosis justas para aportar dramatismo sin llegar al regodeo. “Star Wars Episodio VII: El despertar de la fuerza” es perfecta en ese sentido porque si bien toma un código que ya conocemos todos, y hasta se podría decir que es una remake de los (ahora) episodios del medio, logra adquirir personalidad propia a pura fuerza narrativa y estética.
Desde el punto de vista de la presentación de los nuevos personajes es Una nueva esperanza, con el manejo de la oscuridad que tiñe el mal y el despertar del bien es El Imperio contraataca, y en la dinámica de la aventura es El regreso del Jedi. Todo es posible gracias al invalorable aporte de Lawrence Kasdan como guionista junto a Michael Arndt y al propio realizador que lleva su obra a un ritmo más cercano a su admirado Steven Spielberg.
Aparecerán homenajes por todos lados, desde armas y vehículos a referencias puntuales. El aspecto del mundo de los fanáticos está claramente muy cuidado en esta producción, pero sin dudas se trata de un relanzamiento que impulsa e inyecta una energía arrolladora para lo que se viene. Es más, estando en plena temporada de premios, no sería de extrañar una decena de nominaciones que incluso haga justicia con las 10 recibidas en su momento por la original. Un momento histórico en el cine que arranca su carrera para romper todos los récords, todo el marketing; pero principalmente todos los corazones.