Podemos decir que la galaxia está en orden. No literalmente hablando, pero sí este universo que creó George Lucas hace casi cuarenta años. Cómo se esperaba, la corrección de J.J. Abrams vuelve a traer el equilibrio a la Fuerza, y a una franquicia que perdió su brillo (y un poco del cariño del público) con tres malogradas precuelas.
Hace mucho tiempo… En una galaxia muy, muy lejana. Las palabras aparecen en pantalla y algo se remueve en el interior, sin siquiera poder evitarlo. Ya no hay apertura de Fox, pero tampoco está la de Disney, porque no es cuestión de romper la mística desde el primer segundo.
En apariencia, todo está igual, como si no hubiera pasado el tiempo y tres precuelas que nos dejaron con gusto a poco. Star wars, la que recordamos con cariño, está de vuelta, pero para contarnos una historia muy diferente.
Poco y nada se puede decir sobre la trama sin entrar en terreno de spoilers. Un terreno que se empieza a transitar desde el scroll inicial que, como siempre, marca el contexto del episodio.
Si algo aprendieron J.J. Abrams, Lawrence Kasdan (que vuelve a la franquicia tras “El Regreso del Jedi”) y Michael Arndt es que no necesitamos un montón de explicaciones. Acá, pasaron 30 años desde la caída del Imperio, pero algo ha sobrevivido. La Primera Orden (First Order) está tomando fuerza bajo el estandarte del Lado Oscuro, pero la Resistencia tiene a la República de su parte para hacerles frente.
El tema fundamental en cuestión, como ya nos lo veníamos preguntando, es ¿dónde esta Luke Skywalker (Mark Hamill)? Buscado por los buenos para unirse a la causa, y por los malos para destruirlo.
“Star Wars: El Despertar de la Fuerza” (Star Wars: The Force Awakens, 2015) es cíclica. Ya no son los planos de la Estrella de la Muerte los que cruzan el camino de los personajes principales, sino la supuesta ubicación del Jedi.
Poe Dameron (Oscar Isaac), el mejor piloto de la Resistencia, tiene la misión de recoger dichos planos en Jakku -un planeta desértico y plagado de desechos de antiguas guerras-, y es ahí donde empieza a desatarse el caos.
Así como R2-D2 fue la clave de “La Guerra de las Galaxias” (Star Wars, 1977), BB-8, el droide de Dameron, es el héroe improbable de esta historia. Abandonado a su suerte en este planeta lejano y con los dichosos planos a cuestas, pronto se convierte en blanco más buscado por todos.
En Jakku hace amistad con Rey (Daisy Ridley), una jovencita independiente y autosuficiente que intercambia chatarra por comida y cuenta los días hasta que alguien (esas personas que la abandonaron allí) venga a buscarla. Lo que sí va a encontrar es la aventura de su vida, de la mano de este androide y de “Finn” (John Boyega), un stormtrooper renegado que en su primera batalla decide que esto de matar y destruir no es lo suyo.
Podemos decir que Rey vive su viaje iniciático, su pequeña odisea (o el comienzo de ella), de la misma forma que Luke, recorriendo la galaxia y sorteando todo tipo de peligros, aunque sin la guía de un maestro Jedi, aunque con todas las habilidades de una sobreviviente.
La química entre los personajes es la clave de todo y el triunfo de una historia que, seamos justos, no es súper original ni puede evitar los lugares comunes. J.J. sigue al pie de la letra la receta de Lucas, pero cambiando un poquito los condimentos. Todo es reconocible para los fans de la saga y una gran aventura para aquellos que entren por primera vez a este universo. No hay abuso de pantallas verdes, aunque sí de la nostalgia de aquellas primeras entregas que cambiaron la forma de ver el cine para muchos de nosotros.
Ya no hay princesas en peligro, hay generales que dan órdenes y huérfanas que salvan las papas de sus compañeros masculinos. Nuestros héroes –Han, Chewy, Leia- están de regreso con varios conflictos a cuestas y pasando el testigo a nuevas generaciones.
Los malos son un tema aparte. Está la figura misteriosa que maneja los hilos –el Líder Supremo Snoke (Andy Serkis)-, el militar que se encarga de las estrategias -General Hux (Domhnall Gleeson) y, por supuesto, ese aprendiz seducido por el Lado Oscuro de la Fuerza. Kylo Ren (Adam Driver) no es Darth Vader, ni mucho menos. Es un joven bastante confundido (y conflictuado) que también tendrá que recorrer su propio camino, un personaje con muchísimas más facetas de lo que venimos atestiguando.
“Star Wars: El Despertar de la Fuerza” tiene todo lo que queremos ver en una película de la saga. Todo es correcto y muchísimo más variado: hay aventura, humor y drama. Hay épica intergaláctica.
¿Es la mejor de todas? Por supuesto que no, pero hace un gran esfuerzo para arrimarse a esa mística que flota en el aire desde hace casi cuatro décadas. La nostalgia juega un papel importante, y el sentimiento lo sigue aportando la inigualable partitura de John Williams. Los nuevos personajes son un gran hallazgo para expandir este hermoso universo. Héroes y villanos con los que podemos relacionarnos y hasta preocuparnos por un ratito. Tal vez exagera con el humor (te estamos mirando a vos, Finn), pero es parte de las características de un protagonista que todavía tiene que descubrir su verdadero rol en esta historia.
¿Y Luke? Skywalker el alma de esta fiesta, una presencia que lo une todo, casi, casi como la Fuerza.
“El Despertar de la Fuerza” no va a cambiar la historia del cine más allá, tal vez, de algunos records de taquilla, pero Abrams logra devolver un poco de la magia perdida, de ese disfrute de la epopeya intergaláctica de la que Lucas nos despojó con sus últimas entregas. El entretenimiento, la diversión y la nostalgia están bien presentes en esta galaxia un poquito más cercana.
Dirección: J.J. Abrams
Guión: Lawrence Kasdan, J.J. Abrams, Michael Arndt.
Elenco: Daisy Ridley, Mark Hamill, Carrie Fisher, Harrison Ford, Oscar Isaac, Adam Driver, Gwendoline Christie, Peter Mayhew, Domhnall Gleeson, John Boyega, Simon Pegg, Kenny Baker, Lupita Nyong'o, Andy Serkis, Anthony Daniels, Warwick Davis, Max von Sydow.