Ni tanto ni tan poco. Para empezar, el que quiera aventuras muy bien filmadas y con buen pulso narrativo, las tendrá. Claro que en cierto sentido es necesario ser un fan de Star Wars para que todo funcione emocionalmente como se pretende. Abrams genera en realidad una remake de la primera de las películas, la fundacional de 1977, y da su propia versión: nos cuenta por qué, para él, Star Wars ha sido tan importante. Por cierto, esta versión está mejor “hecha” que la primigenia, aunque tiene varios problemas. El primero, que el peso de una mitología que se ha vuelto rápidamente universal lo obliga a juntar elementos que no funcionand del todo bien. Y eso le quita vuelo y libertad. En otros, la necesidad del vértigo quita peso a las relaciones entre los personajes -quizás lo mejor sea la que se desarrolla entre los nuevos héroes Rey (Daisy Ridley) y Finn (John Boyega), más el nuevo robot BB-8, muy parecido a un Wall-e redondo). A la hora de la acción, hay planos virtuosos y llenos de invención. Pero en otros momentos -el encuentro entre Carrie Fisher y Harrison Ford- parece que todo se concentrara más en la memoria emotiva del espectador que en la construcción de una verdadera tensión emocional. El espectáculo, de todas maneras, llena al fan y convence al neófito. Más que una gran película, una buena película con sus virtudes y sus defectos, eso sí, muy personal.