Hacerse cargo
En su crítica sobre En la oscuridad: Star Trek, Mex Faliero dejaba en claro su convicción de que era más bien difícil que J.J. Abrams haga una mala película y que el futuro de la saga de Star Wars -recientemente se había anunciado que iba a dirigir el Episodio VII- estaba seguro en sus manos. Por suerte, Mex no se equivocaba: Star Wars: el despertar de la Fuerza logra la fusión justa y necesaria entre el espíritu de la trilogía original y las nuevas dinámicas de estos tiempos, devolviéndole a la saga la inteligencia y perspicacia narrativa que se había perdido con los últimos tres capítulos dirigidos por George Lucas.
Para esto, Abrams (y sus coguionistas Lawrence Kasdan y Michael Arndt) dialoga con la tradición de Star Wars -lo cual explica las reapariciones de Han Solo, Leia, Luke, C3PO y AR2R2-, pero no deja de tener bien en claro que este nuevo Episodio debe emprender su propio camino, haciéndose cargo de los films que lo precedieron pero estableciendo un presente firme, para así poder marcar un rumbo a futuro. De esto se trata en su núcleo El despertar de la Fuerza: de personajes que deben hacerse cargo de quiénes son, del lugar en el que están parados, de cómo llegaron hasta donde están, de lo que perdieron en el camino, de lo que pueden ser y hacer, incluso de quiénes no son o las acciones que no pueden llevar a cabo. Y es ahí donde vuelve a surgir la esencia de Star Wars, que es la del drama familiar, la de los vínculos de sangre puestos en crisis y buscando recomponerse, aunque en el fondo se sepa que ya no podrá ser igual.
Esto de hacerse cargo es un factor que siempre ha transitado las diversas creaciones de Abrams: desde sus tiempos televisivos de Alias y Lost que el cineasta viene recorriendo esta senda, que no sólo involucra aspectos individuales, subjetivos o vinculados a lo grupal, sino directamente éticos y generales. Ya en el cine también supo aparecer esa mirada, esa visión sobre el mundo de relaciones que habitan personajes como Ethan Hunt en Misión: Imposible III (retomando su rol activo en el campo), Kirk y Spock en las dos entregas de Star Trek (encontrando la forma de complementarse desde la amistad y el profesionalismo) y Joe Lamb en Súper 8 (aprendiendo a aceptar la pérdida de su madre para poder seguir adelante con su vida). Esta construcción de conflictos es la que les da la necesaria impronta clásica a los personajes, mostrándolos como seres con una fuerte capacidad icónica pero también sumamente cercanos al espectador en la humanidad que exhiben, lo cual Abrams vuelve a aplicar en El despertar de la Fuerza. El Episodio VII tiene un contenido político pero alejado por completo de los Episodios I, II y III y mucho más próximo al de los otros tres capítulos: su estructura ideológica pasa por lo humano, por cómo busca que los protagonistas se vayan encontrando a través de la acción, y a través de esos encuentros cambien no sólo ellos, sino el mundo que integran y el contexto que los rodea.
¿Por qué era Abrams probablemente la elección ideal para resucitar la saga de Star Wars? Porque ama el cine clásico, pero el amor que demuestra en sus propias películas a esa vertiente no es vacío o estático, no decanta en una mirada retrógrada. Abrams mira hacia el pasado, pero haciéndose cargo de su presente, de las expectativas del espectador actual, de las nuevas posibilidades estéticas, formales y narrativas. Eso es lo que le permite recuperar a ese aventurero nato que es Han Solo y su vínculo romántico-humorístico con Leia, pero ahora atravesado por una pátina de melancolía, de dolor por lo que no pudo ser, de heridas que el tiempo no logró cicatrizar del todo. Y por ende, introducir a personajes nuevos como Flinn, Rey (notable la aparición de esa potencial estrella que es Daisy Ridley), Poe Dameron (probablemente el menos desarrollado de los personajes) y Kylo Ren (un villano sumamente interesante en su concepción interna), quienes ya tienen un pasado consistente a partir de ciertos indicios muy puntuales -en esto, el film demuestra indirectamente la redundancia de la segunda trilogía-, rápidamente plantan bandera dentro de la estructura de la historia general y empiezan a tener un futuro que nos interesa, nos importa, incluso nos apasiona saber, porque los vemos construir sus identidades frente a nosotros.
Abrams logra el pequeño pero predecible -por sus capacidades- milagro de revitalizar a Star Wars. Lo hace con un film potente, que sabe desplegar sus piezas con sabiduría, que recupera el humor que siempre caracterizó a la saga y que posee una narración vigorosa, que sin embargo sabe cuándo tomarse los tiempos exactos para reposar y trabajar sobre los dilemas e indecisiones de los personajes. Pero El despertar de la Fuerza es además una película valiente, que no sólo es dirigida por un realizador que se hace cargo del material que tiene entre manos, sino que es asimismo capaz de pedirle al espectador, especialmente al fanático de la saga, que también se haga cargo; de que sea consciente de que los tiempos han cambiado, que los personajes ya no pueden ser los mismos porque hasta los actores ya no son lo que eran, que hay escenas irrepetibles que el cine ha mutado y que nada puede ser exactamente igual, pero que aún así hay esperanza. Y hay esperanza porque hay gente como Abrams haciéndose cargo, demostrando amor pero no idealización por el pasado, y confiando en las posibilidades del presente y el futuro. La aventura es distinta y al mismo tiempo sigue siendo la misma, porque el espíritu ha resurgido en su consistencia original. Volvió Star Wars, despertó la Fuerza. Bella noticia para terminar el año.