Una de las sagas más importantes de la historia del cine está cumpliendo 40 años. Cuando George Lucas estrenó Star Wars: Una nueva esperanza allá por 1977 nunca imaginó lo que significaría ese relato -y todos los episodios que vendrían después- para los anales de la ciencia ficción en la pantalla grande.
Ahora -tras siete películas y un spin-off- llegó a los cines Star Wars: Los últimos Jedi. Una película que se presenta como innovadora pero a la vez de las más cuestionadas de la franquicia. ¿Los motivos? Son muchos y diversos.
Luego de cuatro décadas de una historia que parece no tener fin, es entendible -pero no aceptable para muchos- que los responsables de todo esto -ya sea Disney o Lucasfilm- intentaran cambiar algunos aspectos de la tradición cinéfila de Star Wars para atraer a nuevas generaciones. La decisión de que la película tenga un tono más familiar, sumado a ciertos toques de humor y a la simpleza del desarrollo de muchos personajes, deja bien en claro que el universo de Star Wars se metió de lleno en la lógica de Disney. Esto, obviamente, generará el rechazo y la decepción de los fanáticos más acérrimos que verán frente a sus ojos aspectos tan esenciales como la oscuridad, drama y conflicto quedar en un segundo plano en detrimento de la ligereza comercial de la industria de Hollywood.
La elección de Rian Johnson como guionista y director fue seguramente el primer error cometido. Luego de la genial Star Wars: El despertar de la Fuerza (2015), dirigida por J.J. Abrams -la cual a mí entender se ubica en el podio de las mejores- y el bien logrado spin-off Rogue One: Una historia de Star Wars (2016), bajo la batuta de Gareth Edwards, el retorno de la saga luego de una década -la última había sido Star Wars: La venganza de los Sith en 2005-sentaba sus bases en el claro objetivo de mantener el espíritu de la franquicia. En este sentido Johnson llegó para edulcorar y simplificar todo. No tiene la fluidez narrativa que amerita la franquicia, dejando de lado muchísimos recursos cinematográficos mucho más atractivos.
Con este séptimo episodio, J.J. Abrams logró amalgamar ingredientes del pasado para edificar una nueva cronología que promete mucho más para el futuro desarrollo de la saga.
Además, ingresan cuatro nuevos personajes que están totalmente de relleno en el devenir central de la historia y que sólo sirven para intentar agregar un poco de humor (los porgs), romanticismo y redención (Rose Tico), y a los papeles interpretados por Laura Dern (Amilyn Holdo) y Benicio del Toro (DJ. Hacker) todavía no logro encontrarles alguna explicación real e importante a su incorporación.
De qué va
La Resistencia vuelve a enfrentarse contra los malvados de la Primera Orden liderados por el Líder Supremo Snoke y el siempre endeble Kylo Ren. Mientras, la joven aspirante a Jedi, Rey, busca al recluido Luke Skywalker para convencerlo que vuelva a unirse a los rebeldes y, además, le enseñe a dominar sus propios poderes.
Sumado a esto, el ex stormtrooper Finn intenta un plan desesperado para salvar la vida de los pocos integrantes de la Resistencia que aún sobreviven; al tiempo que Poe se consagra como un héroe de acción que lo convierte en un posible aspirante a tomar el puesto dejado por Han Solo.
Más allá de este cambio de rumbo de carácter meramente comercial, en general Star Wars: Los últimos Jedi se muestra como algo fresco y renovado, con una estética impactante, que en sus más de dos horas nos propone una verdadera road movie espacial que nos mantendrá aferrados a la butaca hasta el final. Continúa siendo esa épica galáctica donde abundan las batallas, el enfrentamiento entre el bien y el mal, dejando todo preparado para el final de la trilogía en 2019 en manos -de pie señores- de J.J. Abrams. Esperemos que, esta vez, la fuerza nos acompañe.