Hace unos meses cuando se conoció el último avance de Episodio 8, los fans de la saga en todo el mundo enseguida empezaron a elaborar numerosas teorías sobre lo que iba ocurrir con la historia.
Todos parecían tener la verdad absoluta sobre el destino que tendrían estos personajes y como los encuestadores del mundo de la política, ninguno la pegó.
El problema fue que ignoraron las palabras de Luke. Cuando el señor Skywalker expresó en el avance "esto no resultará como pretendes", no le hablaba a otro personaje sino a los espectadores.
En este punto encontramos una de las grandes virtudes que presenta el trabajo del director Rian Johnson.
Los últimos Jedi es una película que logra desconcertar permanentemente al espectador con los numerosos giros argumentales que presenta la trama y conseguir eso en la octava entrega de una saga es brillante.
Cada vez que pensás que el argumento se encaminará por determinado rumbo, el film toma el camino contrario y hasta el final te mantiene atrapado con el conflicto.
Este fue para mí el gran atractivo del Episodio 8 de Star Wars, que si bien no está exento de algunas objeciones (más adelante me encargo de eso) en términos generales es una muy buena película que tiene la impronta del cine de autor.
Más allá que se trata del capítulo de una franquicia, la obra de Johnson tiene identidad propia y si disfrutaste sus trabajos previos como Brick y Looper no quedan dudas que la narración lleva su firma.
Una lección que nos dejó el 2017 en materia de cine es que no debemos dar por garantizado la excelencia en los efectos especiales dentro las producciones Hollywoodenses.
La realidad es que salvo por El planeta de los simios, todas las grandes películas pochocleras de este año presentaron falencias graves en los campos visuales con escenas que se veían artificiales.
En ese sentido resulta un placer sentarse a ver una producción de este género, donde el director Johnson consigue que durante más de dos horas nos olvidemos por completo que existe una herramienta llamada CGI.
En esta película todo se ve real y el tratamiento de la acción y las elaboradas secuencia de batallas espaciales, sin exagerar, se encuentran entre las mejores de la saga.
Cada vez que el relato de Johnson se enfoca en la acción la película se eleva a otro nivel y el realizador inclusive tiene el atrevimiento de incluir referencias a esa gran serie de televisión que fue Galáctica, que a fines de los ´70 exploto el fenómeno que había generado Star Wars.
Sin embargo, el corazón de esta propuesta no pasa por las batallas y los duelos de sable sino que se encuentra en las interpretaciones de los protagonistas.
La labor de Mark Hamill, actores subestimados si los hay, es extraordinaria y demuestra que está para jugar en las grandes ligas de Hollywood. Lo interesante de su interpretación es que evita caer en una mera participación nostálgica para presentar a Luke desde un enfoque diferente. Toda la explicación de su exilio está muy bien trabajada y representa uno de los puntos más fuertes del argumento.
Carrie Fisher por su parte se despidió por la puerta grande, aunque su muerte genera que el visionado de este film resulte en una experiencia agridulce. Se da una situación similar a lo que ocurrió en Dark Knight con Heath Ledger.
En este caso todavía es peor porque había una inversión emocional más fuerte con el rol de Leia y en la nueva trilogía ella estaba claramente posicionada como el corazón de la historia.
La verdad que es duro ver a Carrie en esta película pero al menos protagoniza una escena que quedará en el recuerdo entre los momentos históricos de Star Wars.
Con respecto a los nuevos personajes, Daisy Ridley se consolida en el rol de heroína, Oscar Isaac como Poe finalmente encuentra su lugar en la historia, mientras que Adam Driver en el papel de Kylo Ren sobresale como la gran revelación de este film. Lamentablemente no puedo explicar los motivos sin entrar en el terreno de los spoilers.
El guión de Johnson nos permite ver al villano desde otro lugar y es muy interesante lo que hace con el personaje.
Ahora bien, aunque la labor del director se anima a tomar riesgos en la trama y sobresale en el tratamiento de la acción, su film presenta algunos inconvenientes.
En primer lugar la imperdonable duración de 152 minutos que no tiene razón de ser.
Si no sos muy fan de Star Wars (como en mi caso) la película se hace pesada por momentos debido a la segmentación de relatos que presenta el guión.
La película es fascinante cuando se concentra en Luke y Rey, mantiene su atractivo y el suspenso con Poe y Leia y derrapa por completo con la aventura individual que protagoniza Finn.
Me encanta John Boyega y no me canso de escribir que es el heredero de Denzel Washington en el cine norteamericano, pero en este film la historia que protagoniza aburre y tranquilamente se le podían haber editado 30 minutos.
Cada vez que la narración se concentra en la aventura de Finn, la película pierde el foco importante del conflicto que pasa por las relaciones entre Rey, Luke y Kylo Ren.
La historia de Boyega no es más que una excusa burda para incorporar un personaje asiático, con el fin de cumplir con la cuota de corrección política que demanda el ratón Mickey en sus producciones. Esta subtrama además incluye todo un mensaje sobre la explotación de los animales que está completamente forzado, junto con la participación de Benicio del Toro, cuyo personaje parece pertenecer a un film diferente.
El relato del director se alarga demasiado con estas distracciones que no aportan nada relevante y por eso la película llega a los 152 minutos.
La otra cuestión que me hizo ruido en este film (al margen que a los rebeldes no se les cae una idea en materia de estrategias de combate) es la irrupción oficial del humor Marvel en el universo de Star Wars.
Si bien es cierto que todas las películas de la saga jugaron con situaciones graciosas en el pasado, en esta entrega hay un marcado aumento de los chistes y el humor tiene el estilo de Marvel.
Afortunadamente el guión de Johnson nunca cae en la idiotez de Thor 3, pero hay escenas que tranquilamente podrían funcionar en los Vengadores o la primera producción de Guardianes de la Galaxia.
Sobre todo por el modo en que el director las aborda en la narración.
Por momentos Los últimos Jedi es una película que parece sentirse incómoda cuando explora terrenos densos y oscuros. Por consiguiente, cada vez que se presenta una situación triste o trágica enseguida aparece el remate chistoso marveliano, que levanta el tono emocional del film otra vez.
Episodio 7 también tenía escenas graciosas pero en esta película el modo en que se trabajaron me hicieron ruido, sobre todo por el hecho que algunos chistes están completamente fuera de lugar. Algo que no recuerdo haber visto en otros filmes de la saga.
Probablemente en la próxima película que dirigirá J.J Abrams esto sea erradicado.
Al margen de estos detalles, Los últimos Jedi es una buena película que honra el género de la ópera espacial y suma otra entretenida entrega en la nueva trilogía de Star Wars.