LA ÚLTIMA ESPERANZA
Qué la Fuerza nos acompañe.
“Deja que el pasado muera. Mátalo, si hace falta. Sólo así te convertirás en quien debes ser”. Las palabras de Kylo Ren (Adam Driver), también conocido como Ben Solo, aplican a la perfección a la saga creada por George Lucas y, más específicamente, a esta octava entrega que tiene una tarea monumental: amalgamar lo viejo y lo nuevo para las generaciones de fans que vienen bancando este proyecto desde hace décadas y aquellos que se siguen sumando con cada nuevo episodio. ¿Por qué? La respuesta es bastante simple. Ya no estamos en 1977, y mucho menos en 1999.
A J. J. Abrams le tocó dar el primer paso con “El Despertar de la Fuerza” (2015). Rescatar la épica de la trilogía original y traerla al siglo XXI para presentarnos la historia de otros personajes con todos los artilugios de los que pudo echar mano, claro está, haciéndole un poco la vista gorda a las precuelas de Jorgito.
No podemos desmerecer tanto éxito, y mucho menos la acogida del público, pero hay algo demasiado familiar y “correcto” en Episodio VII, y la siguiente entrega pedía a gritos una sacudida. Abrams nos sacó el mal sabor de boca de las películas anteriores y restableció el equilibrio en la Fuerza (¿?); pero así como ocurrió en su momento con “El Imperio Contraataca” (1980), la franquicia necesitaba de ese volantazo que la enriquezca un poco más.
Había que tomar el riesgo, una palabra que no cuadra muy bien en los estándares de Disney (propietarios de Lucasfilm) y su corrección política. “Rogue One” (2016), a pesar de todos sus problemas tras bambalinas, demostró que había lugar para contar otro tipo de historia, y hacia allí se dirigió Rian Johnson, director y guionista de “Star Wars: Los Últimos Jedi” (Star Wars: The Last Jedi, 2017). Johnson tiene algunas pequeñas grandes películas en su haber como “Looper” (2012), y magistrales episodios de “Breaking Bad” bajo la manga, pero la saga intergaláctica siempre implica palabras mayores, y agradecemos la confianza de Kathleen Kennedy y compañía.
“Los Últimos Jedi” arranca exactamente donde nos quedamos. Por un lado, Rey (Daisy Ridley) en Ahch-To tratando de convencer a Luke Skywalker (Mark Hamill) de que vuelva a convertirse en ese símbolo de esperanza que necesita la Resistencia para aguantar los constantes embates de la Primera Orden. Por el otro, la general Leia Organa (una Carrie Fisher que nos arranca lagrimones por el sólo hecho de aparecer en pantalla) al mando de los rebeldes, y en busca de una nueva base, haciéndole frente a las poderosas armas del general Hux (Domhnall Gleeson).
Nada es color de rosa. La resistencia está en desventaja y el Líder Supremo Snoke (Andy Serkis) está más poderoso y determinado que nunca. Ya no confía tanto en su discípulo Kylo, algo que no ayuda a apaciguar el volátil temperamento del joven Solo. Ren parece estar en conflicto tras la muerte (bah, el asesinato) de papá Han, pero también lo está Rey, incapaz de encontrar su lugar (y propósito) en esta galaxia. Ahí entra en juego el último Jedi que, un poco a regañadientes, decide guiarla a través de los caminos de la Fuerza, pero sin dejar de ser cauteloso (y un poco miedoso) para evitar los errores del pasado, o sea, los cometidos con Kylo.
Johnson no se guarda ningún secreto y, así, muchas de las dudas que nos comían la cabeza quedan contestadas, demostrando que, en el fondo, no eran tan importantes y que había que formularse otras preguntas más profundas sobre la naturaleza de estos personajes que no son tan bidimensionales, ni se manejan por absolutos.
Como ya se dijo, el realizador toma sus riesgos. Desde el principio nos sumerge en las batallas más espectaculares reflejando esa épica de las primeras entregas, pero también con un enfoque diferente, un poco menos heroico y más anclado en la supervivencia. Poe Dameron (Oscar Isaac) tiene un lugar primordial en esta lucha en el frente, aunque le toca jugar de temerario y, esta actitud, muchas veces, lo obliga a chocar con las decisiones de Leia.
El papel de la mujer en esta nueva etapa de la saga es notorio, pero no forzado. Más allá de la general y Rey, tenemos todo tipo de representantes femeninas que toman decisiones importantes, siempre por el bien de los demás y, muchas veces, poniendo en jaque su propio bienestar. Ejemplo de ello son Rose Tico (Kelly Marie Tran) y Amilyn Holdo (Laura Dern), personajes que conviene ir descubriendo con el pasar de los minutos, antes que leer al respecto en esta reseña.
Johnson mantiene la estructura básica de los otros episodios alternando varias acciones en diferentes escenarios, pero juega a su manera. Introduce otro tipo de humor, una estética más refinada y ¿oscura? (los contrastes de color son una belleza), y algunos truquitos que no vamos a spoilear ni por asomo, aunque pueden hacer ruido en algunas cabecitas menos predispuestas. Pero lo más importante es la intensidad que sostiene de principio a fin, y su manera de manejar las emociones. Nuestras emociones. ¿Vieron esa sensación de vacío que nos queda al saltearnos un escalón? Así es transitar por “Los Últimos Jedi”, una experiencia que te rompe y te reconstruye
Sin dudas, estamos ante la película más “madura” de la saga. Eso no quita que nos emocionemos a pura fantasía con duelos de sables de luz (ja, pensaban que lo habían visto todo) y un montón de navecitas enfrentadas. Ahí está la magia de Star Wars: hacernos sentir como chicos de seis años que ven a sus héroes favoritos por primera vez, pero también entender sus predicamentos como los adultos que somos. El llanto viene por los dos lados.
Aunque estos ya no son los mismos héroes de antaño (“Deja que el pasado muera. Mátalo, si hace falta. Sólo así te convertirás en quien debes ser”). Es momento de que brillen nuevas figuras y que los “viejitos” se hagan a un lado. Pero el recorrido de Rey, Finn (John Boyega), Poe y Kylo es mucho más intrincado y cargado de matices que el ‘camino del héroe’ emprendido por el joven Skywalker cuatro décadas atrás. Hasta la Fuerza se convierte en algo más interesante y profundo, que ese poder que sirve para controlar mentes y levantar rocas.
Johnson nos lleva a recorrer otros lugares de esta galaxia muy, muy lejana: un casino lleno de ricachones que sacan provecho de la guerra donde encontramos, por ejemplo, al personaje de Benicio Del Toro. Nuevas criaturas como los porgs que, no, no son tan insoportables como nos hacen creer en los tráilers. Y sobre todo, nos muestra el lado más humano de estos héroes y villanos.
Hay algunos (mínimos) pasos en falso y personajes desaprovechados que no terminan encontrando su lugar, pero el realizador logra mantener un ritmo constante a lo largo de dos horas y media de película, acompañados por una magistral banda sonora cortesía de John Williams, que acá rescata muchos de sus temas más clásicos, resignificándolos cuando la historia más lo necesita.
Claro que hay algo más. Más allá de la aventura fantástica, la ciencia ficción y la epopeya espacial cargada de acción, la saga intergaláctica siempre convergió en un punto común, incluso (o sobre todo) en sus momentos más oscuros: ese rayito de esperanza. Johnson la quebranta por momentos, pero no la mata del todo porque, aunque lo intente, no se puede (y siempre recuerden que logramos sobrevivir a ese “yo soy tu padre” que nos tiró el alma al suelo).
“Somos la chispa que encenderá el fuego que devastará a la Primera Orden”, asegura el querido Poe y nunca ponemos en duda sus palabras. Estas son las cosas que convierten a Star Wars en un fenómeno de masas, las que nos hermanan e identifican bajo una misma bandera, y un abrazo de gol cuando los buenos son los que ganan…, incluso cuando no seas un fan acérrimo de la saga.
La franquicia está es su punto más alto y más ambiguo, ya no se trata de blancos y negros, sino más bien de un montón de grises. Maduró como maduramos nosotros, pero nunca pierde ese poder de asombrarnos y conmovernos como si siguiéramos siendo chicos. “Los Últimos Jedi” no es perfecta, pero se posiciona entre lo más alto de la saga, técnica y narrativamente. Por mi parte voy a dejar pasar esos pequeñísimos detalles (y que venga a buscarme la policía de la objetividad), porque las emociones lo superan todo. Sí, malditos nerds, si no se les hace un nudito en la garganta, aunque sea, vayan a chequearse los signos vitales. I am one with the Force and the Force is with me.