LA FUERZA…DEL POSMODERNISMO
1-Quizás estaba destinado a pasar: en algún momento, la mitología de Star Wars iba a ser sometida a una relectura contemporánea, a través del prisma del espectador (y la crítica) dominante en la actualidad. Eso de por sí no tenía por qué ser malo y era totalmente válido. Es más: ingenuo yo, pensé que esa relectura ya había sucedido con Star Wars: el despertar de la Fuerza y Rogue One: una historia de Star Wars, que ya se había dado esa fusión entre el clasicismo de la trilogía original y la estética del presente. Pero Lucasfilm, ahora en manos de Disney, me tenía reservada una sorpresa, llamada Rian Johnson. El problema es que la sorpresa no termina de ser muy agradable.
2-Lo que concreta Johnson en Los últimos Jedi es casi el reverso de la operación que construía JJ Abrams en El despertar de la Fuerza. Y esa diferencia está muy marcada en los títulos: si el Episodio VII, desde su estructura de remake de Una nueva esperanza, salía a decir bien fuerte que el mito creado por George Lucas todavía tenía sentido y pertinencia, y que por lo tanto la nostalgia no era su único sostén; el Episodio VIII parece querer decirnos (de manera bastante explícita) que la discursividad jedi se acabó o que necesita nuevas formas de enunciación para mantenerse actual. Su argumento es una mera herramienta, por más que pueda ser ambicioso en su planteo de diversas líneas narrativas que irán confluyendo: Rey buscando que Luke Skywalker le enseñe las artes jedi y se sume a la lucha contra la Primera Orden; los últimos integrantes de la Resistencia, acorralados, tratando de escapar de las abrumadoras fuerzas militares de la Primera Orden; y Finn emprendiendo una misión casi en solitario para hallar una salida para la Resistencia y recobrar las esperanzas de que se pueda ganar la guerra.
3-Lo que se va palpando casi desde el comienzo de Los últimos jedi es que Johnson quiere deconstruir el discurso de la saga, poner en crisis sus leyendas, símbolos y códigos que lo sustentan. El primer indicio surge desde el humor: lo lúdico queda fuera, apartado, a favor de la ironía y el sarcasmo. Esto es muy importante porque sirve de plataforma para el cinismo y el descreimiento, especialmente a través de Luke, que es el eje moral de la trama. Pero enseguida aparece el primer (y probablemente mayor) problema, que es la ausencia de movimiento: el film alterna entre las diversas vías que componen al relato, pero nunca avanza realmente. Todo es irresoluto, estático, con escenas de transición que rellenan momento propicios para la elipsis y una vocación por el diálogo que roza lo teatral. Y por ahí es obvio, pero vale la pena recordarlo, porque muchos se lo olvidan en la actualidad: sin movimiento, es muy difícil que surja la aventura, que es un elemento imprescindible en el universo de Star Wars.
4-Me cuesta entender por qué a los mismos que renegaban de la segunda trilogía que dirigió Lucas, ahora se les cae la baba con esta entrega dirigida por Johnson. No hay mucha diferencia entre las deliberaciones políticas medio pelo del Episodio I y las disquisiciones sobre el heroísmo cargadas de obviedad que se dan en la nave de los rebeldes en el Episodio VIII. Quizás la respuesta pasa porque Johnson es un poco más astuto que Lucas y, cineasta de estos tiempos como es, sabe dosificar, a cuentagotas y calculadamente, una gestualidad canchera y posmoderna, que se retroalimenta con una explicación permanente del dispositivo narrativo.
5-Hay en Johnson una voluntad de romper con las expectativas obvias de que Los últimos jedi pueda ser el equivalente de El imperio contraataca. En cambio, apunta hacia otro lugar, que implica una especie de reseteo de la saga, al estilo de la trilogía de Batman de Christopher Nolan o el James Bond interpretado por Daniel Craig. Esa ambición podría ser saludable, incluso necesaria, pero Johnson parece haber aprendido las peores lecciones de Nolan y Sam Mendes. Por eso se queda con la reflexión sobre el artificio y la mirada distanciada, pero no va más allá de eso, no termina de construir o proponer algo nuevo. Los últimos jedi es una película que habla mucho pero no dice nada realmente relevante. Es un film que piensa pero no siente.
6-Porque no siente, porque todo su entramado está cimentado en la frialdad, es que Los últimos jedi, por más que quiera ir hacia la épica en su tramo final, nunca llega a emocionar. Del mismo modo, su mirada hacia el futuro es tan difusa como la de Batman inicia, donde todavía no quedaba claro qué quería Nolan para el superhéroe. En el medio, Finn y Rey, en vez de potenciar sus conflictos, quedan desdibujados; Luke y Leia se constituyen en ejemplos de quietud y arbitrariedad en los giros del guión; el villano que es Snoke es totalmente desperdiciado; el personaje de Benicio del Toro es un mero vehículo discursivo; Poe Dameron es, desde el didactismo, anulado en su personalidad; la ausencia de Han Solo se siente demasiado; y sólo sigue conservando interés Kylo Ren, porque es el único personaje que aporta algo de anarquía a un relato al que le cuesta salir del estatismo y la previsibilidad. Y aunque los últimos planos de la película, desde su trabajo con la iconicidad, parecieran indicar un replanteo, una vuelta a la fe sin fisuras, lo cierto es que se impone el parecido con El gran truco: como Nolan, Johnson da la impresión de no creer en la magia. A lo sumo, tolera la necesidad de creer, pero no cree realmente. Le interesa el fenómeno que representa Star Wars, pero no el mundo de Star Wars.
7-¿Hacia dónde va Star Wars? Porque lo cierto es que Los últimos jedi, aún con sus numerosos giros, no llega realmente a hacer avanzar de manera significativa a la saga. Y las señales a futuro son contradictorias: el retorno de Abrams para dirigir el Episodio IX abre cierta esperanza, pero la noticia de que será Johnson el que desarrolle una nueva trilogía, sumado a los despidos de Phil Lord y Christopher Miller de Solo: a Star Wars Story, llevan al pesimismo.
8-Muchos dicen que El despertar de la Fuerza era la película que iba a lo seguro desde su revitalización de las fuentes originales y que Los últimos jedi representa una operación de riesgo, por cómo choca con ciertas expectativas. Pero creo que es precisamente lo contrario: en tiempos cínicos, la apuesta clasicista de Abrams es mucho más atrevida que el distanciamiento de Johnson. Yo quiero creer, creer de verdad, con el corazón, fascinarme ante la magia, sin preguntarme cómo son los trucos. No quiero creer porque bueno, no me queda otra, y hay que ir a la Iglesia cada domingo (o una vez al año). Espero que Abrams, en el Episodio IX, me devuelva la fe.