Stefan Zweig: Adiós a Europa empieza con un largo plano secuencia. En el centro de la imagen se ve una mesa ocupando prácticamente la totalidad del amplio salón contiguo a donde el escritor austríaco da una charla. Lentamente los asistentes salen y se alistan para la comida, y muchos de ellos se acercan al Zweig para intercambiar algunas palabras. La escena es fría y de una rigurosidad formal absoluta. El resto de la película, también.
Dirigido y coguionado por la actriz Maria Schrader, el film narra las vicisitudes del escritor (uno de los más famosos de las primeras décadas del año pasado) durante su exilio por la Argentina, Brasil y Estados Unidos a raíz de la persecución del nazismo. Ferviente opositor al régimen de Hitler, Zweig encontró en Brasil una comunidad multiétnica modélica para alguien que huía de la segregación, dispuesta a recibirlo y a dejarse empapar por sus ideas.
Dividida en cuatro capítulos –uno transcurre en la Argentina, con Victoria Ocampo como ocasional personaje de reparto– que abarcan desde 1936 hasta 1942, la película se toma un buen tiempo para arrancar, con varias secuencias extensas de charlas y entrevistas de impronta teatral que funcionan a la manera de “presentación ideológica” del personaje.
Sucede que el mundo de Zweig es el las ideas, y quizá por eso al guión le cueste esbozar los rasgos humanos de su protagonista, estableciendo así una distancia emocional que por momentos es imposible de acortar.