Tres genios retratan la vida de "Steve Jobs"
Si tuviéramos que hacer una lista de los 25 personajes más influyentes del siglo pasado, casi con seguridad que Steve Jobs ocuparía un lugar preferencial. Y, probablemente, estaría en las listas de todas las personas que hicieran este ejercicio.
No es exagerado decir que el fundador de Apple modificó nuestra relación con el mundo para siempre, sea escuchando música, comunicándonos por teléfono, usando una computadora o viendo películas (fundó Pixar también).
Su leyenda se acrecentó al morir muy joven y siempre quedará la incógnita por saber qué más le hubiera regalado a la humanidad. Ahora bien, ¿se puede vanagloriar a un genio visionario a pesar de ser una persona insensible, anárquica, superficial y bastante cruel? Algo de esto es lo que plantea Steve Jobs (2015), la nueva película del director inglés Danny Boyle.
Para tratar de adentrarnos en la personalidad de Jobs (Michael Fassbender) el film se centra en el backstage de tres momentos clave de la vida del empresario. El primero, en 1984, con el lanzamiento de Macintosh en el De Anza Community College, en Cupertino, California.
El segundo ocurre con la presentación de la NeXT Computer en el San Francisco Opera House en 1988. Y finalmente la aparición de la icónica primera iMac en 1998 en el Davies Symphony Hall de San Francisco.
En cada uno de estos escenarios Steve Jobs lidiará con su obsesión por la perfección, sus contradictorias relaciones personales con personajes como Joanna Hoffman (Kate Winslet), Jefa de Marketing de Apple; Steve Wozniak (Seth Rogen), su cofundador; o el CEO John Sculley (Jeff Daniels). Además de las personas que lo hacen sentir más vulnerable como su ex novia Chrisann Brennan (Katherine Waterston), con quien tuvo a su hija Lisa (Perla Haney-Jardine), a quién se negó a reconocer durante muchos años.
Este es el tercer largometraje que intenta retratarnos la vida de Steve Jobs tras la muy buena película hecha para televisión Los Piratas de Silicon Valley (Pirates of Silicon Valley, 1999) y la mediocre Jobs (2013). Es muy superior a sus antecesoras porque tiene a unos genios retratando a otro.
Por empezar, Danny Boyle, que deja a un lado toda su parafernalia a la que nos tiene acostumbrados demostrando que puede trabajar como quiera, haciendo lo que quiera. Por otro lado tenemos al guionista Aaron Sorkin, recordado por Red Social (The Social Network, 2010), y acostumbrado a esto de las biopics.
Sorkin se basó en partes de la biografía escrita por Walter Isaacson (Steve Jobs, 2011), en la que colaboró el propio empresario. La trama es atrapante, con unos diálogos filosos y siempre teniendo al espectador entre la dualidad de amar al personaje u odiarlo con toda el alma.
Hay que destacar el tremendo trabajo de todos los actores porque, más allá de Fassbender y Winslet, Rogen, Daniels y Stuhlbarg también está impecables. De Fassbender basta decir que hasta el verdadero Steve Wozniak, consultor del film, dijo que había momentos en que veía a su viejo amigo en pantalla.
La puesta en escena es casi teatral, con poquísimos flashbacks para nutrir un tanto más el relato, y con las secuencias filmadas en 16mm, 35 mm y en digital para ilustrar en avance en la tecnología de Apple a través de los años. La primera media hora es gloriosa, y ese arranque marca lo que viene después en el film.
Estamos ante un largometraje que tendrá como recompensa algunas nominaciones al Oscar, sin dudas. Vayan al cine y terminen de la mejor manera este año con una de las mejores biopics de todos los tiempos.