Libertad bajo tierra.
La ópera prima de Alejandro Magnone es una celebración del cine como tal, abocándose a una historia de sencillez clara pero con un trasfondo de imponente brillantez: un relato sostenido por una dirección acertada y un elenco impecable encabezado por un Héctor Bidonde que merece ser aplaudido de pie, en su primer -y vale decir, demasiado tardío- protagónico en pantalla.
El argumento nos regala a Tadeusz, un inmigrante polaco, quien a fines de los años treinta, luego de participar como voluntario en la Guerra Civil Española, esquiva volver a su querida Polonia, donde compatriotas le informan que los soldados son tratados como mercenarios, razón por la que decide instalarse en Argentina. Allí comenzará a trabajar bajo tierra en el subte, una manera sutil de esconderse de sus miedos, de todo aquello que perdió, de la vida que deseó y no pudo cumplir, y allí donde no brilla el sol, pasará casi todos sus días.
Los años pesan en él, lucha contra los recuerdos de las mujeres que amó, los cuales lo invaden constantemente, un médico que insiste en que tome pastillas, que a su entender le restan motivación en la vida sexual, y un viaje entre presente y pasado que ocasiona desorientaciones continuas y angustias repetidas.
El relato de extrema ternura nos habla de un hombre de noventa años y maestro del ajedrez, tal vez no sea casual que lo sea en un juego donde se batalla en solitario en busca de conseguir su reina y derrocar al rey. Él ya ha vivido eso en la realidad, sería una buena metáfora repetirlo una y otra vez en el tablero en busca de ese final feliz que antes no pudo conseguir.
Afirmando nuevamente la versatilidad de Bidonde (quien nos emociona en cada palabra, en cada mirada perdida entre presente y pasado), este film argentino merece las buenas críticas que ha cosechado y aun más, la posibilidad de seguir en cartelera un mayor tiempo que el que se le suele dar a las producciones nacionales.
Posiblemente si esta fuera una película extranjera correría mejor suerte en la cartelera y muchos críticos serían más benévolos con ella; lo cierto es que Subte – Polska es una gran propuesta, dotada de algo fundamental: una buena historia para contar, con un director que sabe lo que quiere transmitir y cómo hacerlo, encontrando en su equipo y elenco grandes cómplices para logar un resultado positivo y placentero de ver.