Paisajes de un increíble mundo de fantasía en el que la historia queda en segundo plano.
Babydoll (Emily Browning) es una chica valiente. Cuando su madre murió, se atrevió a hacerle frente a su abusivo padrastro, cuyo resentimiento hacia sus hijastras creció al ver que, en su testamento, su mujer dejó toda su fortuna a las chicas. Por eso, en un acto de odio, intentó desquitarse con las pobres, cosa que Babydoll no volvería a permitir. Pero por hacerle frente a su padre, por error, asesinó a su amada hermana.
Esa bravura que mostró su hijastra mayor llevó al viejo a darse cuenta que no podría vencer a la jovencita, dispuesta a todo y sin nada que perder.
Es así que decide internarla en el hospital Lennox (guiño a la banda sonora) para pacientes mentales. Allí, y gracias al poder del soborno, logra que su hijastra sea programada para una lobotomía. Ahora, Babydoll solo tiene tres días para huir de ahí con un plan que incluye a otras internas: Sweet Pea (Abbie Cornish) , Rocket (Jena Malone), Amber (Jamie Chung) y Blondie (Vanessa Hudgens), quienes deberán trabajar juntas para conseguir cinco objetos que les darán pase libre a la libertad. Estas aventuras se verán desde el plano de un mundo surreal creado por los mágicos bailes de Babydoll, en donde las veremos enfrentar en batallas épicas a orcos, samurais, dragones, robots y nazis mecánicos que funcionan como representaciones imaginarias de las pequeñas tareas que deben realizar en el hospital para que su plan de fuga funcione.
Y esas batallas sí que son épicas, ya que si algo le sobra a Sucker Punch es atractivo visual, algo que Zack Snyder, su director, cosechó desde su primera película. Luego de una secuencia inicial inolvidable, la acción toma protagonismo en ese manicomio convertido en un oscuro burlesque en la mente de la angelical guerrera.
Pero este atractivo visual se ve opacado por un argumento pobre y lleno de baches que nos refriega en la cara un mensaje new age más esperable en Paulo Cohelo que en Snyder, quién demostró su calidad como director rodando dramas políticos disfrazados en películas de acción.
Pese a eso, los personajes de Sucker Punch son irresistibles: cada uno tiene una identidad bien marcada que, sin caer en el lugar común, logran darle a la película el sustento que el guión no le da. Emily Browning y Vanessa Hudgens son dos agradables sorpresas en sus roles de heroínas, mientras que el dramatismo es llevado adelante con inteligencia por las hermanas Rocket y Sweet Pea y por la siempre talentosa (y hermosa) Carla Gugino, quien interpreta a la Doctora (o Madame) Gorski, un personaje que merecía más atención. ¡Y qué decir de la banda de sonido! Siguiendo la tradición que inició con Watchmen: Los Vigilantes, Snyder escogió clásicos del pop y del rock para convertirlos en melodías insanas que arrullan desde el off las escenas más destacables.
La película en realidad no es una completa decepción. Las batallas fueron rodadas con pulso firme, los climas dramáticos logran hacernos sentir el peligro que se vive en el hospicio y las secuencias imaginarias son grandes escenas plagadas de acción y salidas de una imaginación llena de paisajes y magia. Sólo una pulida más a ese guión hubiera convertido a Sucker Punch en una de esas joyas que nos gusta ver una y otra vez, y en cambio nos deja frente a camino plagado de buenas intenciones que, si queremos, podemos transitar. Pero, como dice el refrán, ya sabemos adonde nos lleva ese camino.
Pero sé que la película es una de las más esperadas del año, y también sé que los fanáticos de Snyder sabrán ver y destacar estos puntos en los que Sucker Punch sorprende. Por eso no me queda más que decir que sigan su instinto y sus ganas, vayan al cine y saquen sus conclusiones. Posiblemente el Mundo Surreal los absorba y sepan o puedan ver y comprender estas joyas en bruto que el director decidió, por opción o por descuido, no pulir.