Muñecas surrealistas
Fui al cine con pocas expectativas sobre esta película; y, exceptuando por el ser que a mi lado masticaba fervorosamente pochoclo, me lleve una gratísima sorpresa. Mejor dicho, la pasé bomba. Sucker Punch, mundo surreal (Sucker Punch, Zack Snyder, 2011) principalmente es un despliegue: de imágenes, de sensualidad, de efectos especiales y visuales, de trabajo de edición. Se encuentra uno ante una pantalla que lo absorbe en imágenes surrealistas, con un estilo cómic. Y es por esto que disfruté tanto de la película: lo visual y lo auditivo son privilegiados, la historia queda en un segundo plano.
Baby Doll (Emily Browning) es encerrada por su padrastro (Gerard Plunkett) en un hospital psiquiátrico. Apenas ingresa allí, en su imaginación, convierte al hospital en un burdel. Y para escapar de él debe encontrar cinco elementos. Para hacerlo se sumerge, también en su imaginación, en submundos surreales donde pelea contra soldados zombies, dragones, orcos, etc. Para esta tarea cuenta con sus ayudantes: Sweet Pea (Abbie Cornish), Rocket (Jena Malone), Blondie (Vanessa Hudgens) y Amber (Jamie Chung).
El argumento se presenta simplísimo. Pero creo que Sucker Punch no es el tipo de película del cual se deba esperar un guión fabuloso o profundo, sino que es interesante apreciar el resto de las cosas que nos ofrece e ir al cine con una predisposición sobre lo que vamos a encontrar. Sobre la base de ese pensamiento, puedo decir que Zack Snyder hizo un trabajo maravilloso. Conservando esa estética tan particular usada en 300 y un poco de la de Watchmen, el tratamiento de la imagen en el film es sublime. Unido esto a los efectos visuales y especiales, la película logra trasportarnos hacia aquellos ambientes surrealistas que la revisten y que logran cubrir lo vacío de la historia. Otro agregado que hace de esta estética algo completamente disfrutable son las actrices que, sin tener actuaciones deslumbrantes (para nada) cumplen su verdadero rol: el film no les exige un gran despliegue de emociones, sino una exhibición de “poderes” y de su cuerpo. Las cinco amigas se pasean en paños menores toda la película, con un maquillaje de primera línea en medio de ambientes hostiles. Y creo que específicamente esta contradicción visual ayuda a crear lo surrealista: dentro de una cocina inmunda baila una muñeca rubia, con dos colitas y mini vestido de colegiala.
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Otro aspecto que también se resalta es la musicalización, comenzando el film con una versión de la ya clásica “Sweet dreams (are made of this)” interpretada por la misma actriz Emily Browning. Durante la primera secuencia, los sucesos son relatados con esta bellísima versión de fondo y sin diálogos, sólo mediante contundentes imágenes que nos resumen, de una manera muy acertada, la historia previa de Baby Doll. Realmente muy buena elección de narración. Igualmente vemos cómo cada canción concuerda con la estética surrealista del film: “Sweet dreams…” nos remite a esta atmósfera de ensueño propia del surrealismo, “Army of me” de Björk se presenta como una elección perfecta, a mi juicio, desplegando la irrealidad que rodea a la cantante, “Tomorrow never knows” de The Beatles, en una versión a cargo de Carl Azar que respeta la naturaleza “lisérgica” de la canción.
Al igual, que hablábamos en la en la reseña de Scott Pilgrim contra el mundo, en Sucker Punch también vemos la influencia del videojuego, del cómic y del videoclip: sobre todo videojuegos y videoclip, ya que el primero se refleja en las etapas que deben superar para llegar al objetivo y se presentan más dificultosas cada vez y en los diseños de ciertos personajes. Y podría decir que el film remite al videoclip por el hecho de estructurar cada “etapa” de lucha con una canción, que empieza y termina con el reto y que se corresponden.
Finalmente puedo decir que, más allá de la poca solidez del argumento, Sucker punch se convierte en una deleitante experiencia audiovisual. Sí, podemos decir que presenta un gran vacío argumental, pero creo que no es el propósito del film ahondar en la historia, sino que ésta es una mera excusa para darle un poco de sustento al despliegue audiovisual. Esto se ve, sobre todo en el hecho de que la mayoría de las cosas se justifican o se resuelven desde lo imaginario o irreal (cómo consiguen las protagonistas sus armas de defensa, por ejemplo). Es decir, que lo visual nos contenta con algo extraordinario sin hacernos pensar en la lógica que debería tener una acción en la realidad. Y según mi experiencia con el film, lo logra de una manera exitosa.